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Aquella noche Sakura no durmió, no podía olvidar la humillación de Naruto, el sabía la verdad y seguramente la sabía desde el principio. Ella había perdido tiempo manteniéndose apartada de él, no hablándole y si podía evitándolo.

Todo eso para nada.

En realidad, no era como si estuviese locamente enamorada de él, así que debería haber podido manejar mejor aquella situación. Incluso suplicaba a Dios que ayudara a la pobre mujer que quisiera a Naruto Uzumaki, porque iba a necesitar el apoyo.

Lo que sentia era una poderosa química sexual y ella no era tonta, sabía que si hacía algo al respecto, provocaría un desastre entre los miembros del equipo. Además, su instinto de supervivencia le decía que se alejara de él, al menos en el aspecto personal.

Las relaciones sexuales con él podrían ser tan candentes que podrían quemarla, pero él en cambio se iría pensando: Bueno, tensión resuelta.

¿Podía ser una situación más clásica?.

En un equipo de machos alfas, él era el más alfa de todos y al ser ella la única mujer, ella era la fémina alfa, así que según la biología, la antropología y, probablemente, según otras muchas ciencias ella no tenía otra opción que elegirlo a él como compañero.

Pero, sí, sí tenía otra opción y era decir no.

—No quiero tener ningún compañero —gruñó en medio de la oscuridad de su habitación, aunque tenia que reconocer que no era del todo cierto.

No quería tener un compañero con el que formar un vínculo y procrear, pero no le importaría tener un compañero para probar algo desconocido. Nunca se había acostado con nadie solo por mantener relaciones sexuales, pero por Naruto estaría dispuesta a hacer una excepción... si las circunstancias fueran diferentes.

Salvo en aquel momento, en aquel momento lo que quería era castrarlo.

¿Cómo iba a funcionar dentro del equipo ahora, cuando tenía miedo de cada minuto que iba a tener que pasar en su compañía?

No, ya había trabajado con gente que no le caía bien y había llevado la situación lo mejor posible porque sus padres siempre les habían dicho a sus hermanos y a ella que la vida no era perfecta y que iban a tener que enfrentarse a problemas durante toda la vida, así que debían resolverlos y no ponerse a gimotear.

Aquello era distinto.

Era algo tan incómodo y humillante que tenía ganas de darle un puñetazo y acabar con todo. Porque, si le daba un puñetazo, la echarían del equipo, ¿no?.

Desde que había empezado el entrenamiento, hacía cinco meses, ella se había consolado a menudo con la idea de dejarlo, aunque sabía que preferiría comer gusanos que abandonar. Tenía una vena de obstinación demasiado fuerte producto de todos los años que había tenido que competir con sus hermanos y ahora no sabía cómo dejarlo.

No podía abandonar bajo ninguna circunstancia, porque eso significaría que había ganado Naruto y no quería darle esa satisfacción. No iba a permitir que pensara que no podía soportar el estrés de estar cerca de él y no poder conseguirlo. Si ella lo hubiera estado persiguiendo y haciendo el ridículo, comprendería que el hubiese tenido la necesidad de decirle lo que le dijo.

Pero ella no había hecho nada de eso, ni siquiera se permitió a si misma pensar en la idea de coquetear con el, así que no tenia porque restregarle en la cara la atracción sexual que sentía.

Desde ese momento se juraba a sí misma que Naruto no iba a ser para ella nada más que otro miembro del equipo, ya podía irse a tomar su dosis de testosteronas y seducir a otra mujer.

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