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—¿Dónde está la zona de aterrizaje? —preguntó, con la esperanza de que estuviera a muchos kilómetros de distancia y que eso ayudará a hacer más lento el proceso. 

—En campo de al lado —respondió Naruto, señalando con un dedo a la derecha— yo hubiera preferido aquí, pero hay otros aterrizajes y despegues, así que lo he organizado para que vayan recogernos.

Claro, por qué obviamente el no podía esperar en el campo hasta que avión aterrizara y los recogiera ¿verdad?. Así habrían perdido algo de tiempo, pero noooo Naruto tenía que ser muy eficiente para que pudiera haber más sesiones de tortura.

Frenéticamente se puso a recordar la tirolina, donde también entonces había tenido el corazón en la garganta y había necesitado reunir valor para saltar al vacío y confiar en que la cuerda la sujetara. Aunque fuera en la práctica, después de dar el primer paso, todo había ido bien y tal vez aquel salto fuera igual.

El cielo estaba completamente despejado y azul, como si quisiera compensarles por tantos días de lluvia. Una pena, porque ella había rezado con todas sus fuerzas para que siguiera lloviendo durante todo el año siguiente, aún corría una brisa helada pero no había más obstáculos que pudieran interferir en el salto. El tiempo no estaba cooperando y Sakura se obligó a respirar profunda y lentamente para calmar los latidos de su corazón.

Raikiri sacó los arneses del maletero y Sakura  empezó a ponerse el suyo, se concentró tanto para abrochar bien las correas al cuerpo, que tardó en darse cuenta de que era Naruto, y no Raikiri, quien se estaba poniendo el otro arnés.

Se detuvo en seco y habló: —Creía que iba a saltar con Raikiri.

—Yo no tengo la certificación necesaria para hacer saltos en pareja —dijo Raikiri con una sonrisa de disculpa— Kyūbi, sí.

—Oh, mierda—dijo ella tan consternada que se le escapó en voz alta.

—¿Algún problema? —le preguntó Naruto en un tono exigente.

—Lo que sucede es que confió en que Raikiri no me cortaría las ataduras en mitad del descenso si le vomito encima, de ti no se que esperar —dijo.

Raikiri se echó a reír e incluso Naruto sonrió.

—No vas a vomitar —dijo a muestra de apoyo, aunque más parecía una orden.

—¿Y porque no podría?

—Porque vamos a bajar a doscientos kilómetros por hora cuando saltemos, no vas tener tiempo ni de vomitar —dijo Naruto.

Ella palideció e intentó no pensarlo, el corazón empezó a latirle de nuevo como si fuera un caballo desbocado. ¿Era posible morir de miedo?, tal vez no tuviera que espachurrarse contra el suelo, pero seguro que Naruto abriría su paracaídas para hacer un aterrizaje perfecto con cadáver colgado al cuerpo.

La idea fue lo suficientemente macabra como para que se sintiera reconfortada, y su pánico disminuyó. Con suerte, aquella experiencia traumatizaría tanto a Naruto que no sería capaz de saltar nunca más.

Eso sí que sería justo.

Cuando subieron al avión y se encendieron los motores, se sentía como si estuviera flotando en medio de una neblina. El interior del avión era más grande de lo que había pensado, tenía bancas a cada lado de la cabina y ella se sentó y se abrochó el cinturón de seguridad.

Raikiri cerró la puerta deslizándola con fuerza y Naruto y él se sentaron también.

Naruto se colocó a su lado, tan cerca que su pierna izquierda iba pegada a la de ella y en silencio, ella apartó las piernas para que no la tocara. Al otro lado estaba Raikiri que les había presentado al piloto, quien los saludo con un gesto muestras soltaba los frenos, haciendo que el sonido de los motores cambiara.

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