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Sakura


Naruto se quedó.

Sakura estaba exhausta y casi desmoronada, después de la violenta respuesta que él había conseguido arrancarle. Casi había podido reducir aquel encuentro a nada más que una relación sexual, pero él no se lo había permitido y, en aquel momento, saciada y a la vez vacía una pequeña parte de ella le agradecia.

Creía que eso no iba a suceder nunca, pero allí estaba él con ella, desnudo en su cama y ​​lo que acababan de hacer habia sido más intenso de lo que ella pudo imaginar. Naruto hacia que sintiera cosas, incluso cuando ella no quería sentir nada, incluso cuando sus emociones maltrechas no querían más que ocultarse.

Él lo sabía y destruía sus barreras.

Ella esperaba que se marchara, pensando en la presencia de su bolsa de viaje, pero él no se fue. Se levantó, apagó la luz, volvió a la cama y la abrazó con fuerza contra su cuerpo. Tenerlo allí era un choque para su organismo, no estaba acostumbrada a dormir con nadie y menos con alguien tan grande, tan duro y tan caliente.

Naruto irradiaba calor como un horno, por su mente paso la idea de pedirle que se fuera, lo que le duro dos segunos, que fue el tiempo que tardó el agotamiento en vencerla. Se derritió contra él, encontró un lugar cómodo de descanso para la cabeza sobre su hombre y se quedó dormida entre sus brazos.

Él la despertó en plena oscuridad, a las dos horas, tendió su peso sobre ella y su cuerpo se elevó hacia el suyo como si ya lo reconociera, aunque estuviera dormida. Él estiró un brazo y encendió la lámpara, como si lo que había entre ellos necesitara la luz, la primera vez había sido feroz e intensa pero en aquella ocasión todo fue más lento, más apasionado y ella no pudo mantenerlo a distancia.

No podría y no quería hacerlo.

Se sintió como una amazona, con la fuerza suficiente como para tomar y conseguir placer de un hombre tan grande y poderoso como Naruto. Estuvo a su altura y tuvo dos orgasmos antes de que los dos quedaran saciados y exhaustos.

¡Si! Aquello era lo que había deseado: verlo sudoroso y casi sin fuerzas para moverse, con los párpados medio cerrados de placer y una sonrisa en los labios. Le encantaba notar que él llegaba al clímax dentro de ella, le encantaban los sonidos graves que emitía y la forma que tenía su poderoso cuerpo de fexionarse y temblar. Ella lo había llevado a aquel punto, había puesto esa expresión en su rostro.

—Tenemos que ducharnos —le dijo ella cuando recuperó la respiración.

No había podido evitar quedarse dormida después de la primera vez, pero en ese momento notaba lo pegajosa que estaba. Él gruñó pero no la contradijo. Se ducharon juntos, durmiendo y después él volvió a despertarla, con las piernas colocadas sobre sus anchos hombros y su boca sobre su sexo ya humedo, haciéndole otras cosas con los dedos, cosas que le hicieron atragantarse, gemir y llegar a un orgasmo intenso que todo su cuerpo tembló.

Ella había pensado que lo harían una vez y que después todo estaría resuelto con él, pero se había equivocado y despertarse a su lado, por extraño que podría parecerle, fue más íntimo que lo que habian estado haciendo durante la noche. Habían dormido abrazados, ella sobre él casi todo el tiempo e incluso cuando había despertado y había pensado que tendría que estar en su lado de la cama, no lo había hecho.

Naruto era una almohada excelente y un edredón calentito, todo en uno, porque despedía tanto calor que no necesita taparse incluso con el aire acondicionado. Le gustaba sentir aquel cuerpo grande y musculoso a su lado, la aspereza de su pecho y sus piernas, los surcos que formaban las múltiples cicatrices de su cuerpo y las caricias de sus manos encallecidas. Él no tenía nada blando ni suave, pero ella ya tenía su propia suavidad y su propia blandura y no necesitaba más de él.

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