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Las misiones no siempre eran aburridas y durante los tres meses siguientes, Sakura aprendió a valorar las que lo eran, porque no siempre transcurrían tan fácilmente como la primera que había hecho. Había tropiezos e imprevistos que interrumpían lo que estaban haciendo, como por ejemplo un accidente de coche que ocurrió justo delante de ellos y que paró el tráfico, o cosas como heridas o lesiones durante los entrenamientos o en los trabajos que al final terminaban perjudicando la actuación del equipo.

Recientemente tuvieron problemas técnicos en la comunicación, estuvieron en una misión sin cobertura en los móviles y el equipo de comunicación se estropeó. Blue Bird funcionó perfectamente; ella podía oír perfectamente a los chicos. El problema real estuvo en su vía de comunicación hacia ellos, porque se producían interferencias que no les permitían oir lo ella les estaba diciendo.

Tuvieron suerte de que no ocurriera nada malo, dado que no podían oírla y el motivo por el que ella estaba en el equipo era precisamente que pudiera avisarlos de cualquier posible problema. Si su micrófono no funcionaba entonces su presencia allí no tenía sentido.

Lo bueno es que pudieron pasar la Navidad en casa, con sus familias, pero tuvieron que marcharse al día siguiente.

Estuvieron tres semanas en Colombia, estableciendo el patrón de comportamiento de un criminal, allí sí tenían cobertura en los móviles, por lo que no necesitaron llevar micrófonos. Desde Colombia fueron directamente a París, otra vez, y ella estuvo a punto de congelarse, en parte porque acababa de pasar tres semanas con un clima cálido y su organismo no había tenido tiempo de aclimatarse y por otro lado nevó dos veces.

Desde París fueron a Egipto y en total pasaron allí dieciocho horas, dado que después fueron a Venezuela a detener a un desertor. Aquella fue la primera vez que utilizó a Blue para lo que había sido diseñado: dado que allí tampoco tenían cobertura de móvil, así que le tocó a ella cubrir las espaldas de los chicos, aunque su micrófono no funcionó ni la mitad del tiempo.

Cuando llegaron a casa después de aquella misión, viajando en la panza de un avión montacargas, habían cruzado tantas franjas horarias que ya no sabía ni qué día era. Pensaba que todavía era enero, pero no hubiera puesto la mano en el fuego por esa suposición. Estaba malhumorada, adormilada, hambrienta y además tenía un dolor de cabeza horrible.

Tomó sus cosas una vez que aterrizaron y se encaminó hacia el sitio en el que pensaba que había dejado su coche, casi un mes antes. Necesitaba una ducha, una taza de café, veinticuatro horas de sueño y comida, muchísima comida. La última vez que se había duchado había sido en París, pero antes de todo eso tenia que llevar el micrófono a la oficina e iba a montar un buen escándalo, no iba a parar hasta que quien estuviera a cargo de Investigación y Desarrollo en la empresa se lo arreglara.

No encontraba el coche.

Había nevado y la nieve tapaba los coches, además ella estaba atontada. Se paseó por un par de calles, porque recordaba vagamente que había aparcado cerca de la valla metálica... tal vez.

O tal vez eso hubiera sido en su primer viaje a Paris, ninguno de aquellos enormes bultos cubiertos de nieve le resultaba familiar. La nieve crujía bajo sus zapatillas deportivas y se le metía en los pies, los chicos por otro lado fueron encontrando sus coches y arrancando los motores. Sin embargo nadie se movió, porque todos tenían que quitar la nieve del parabrisas y alrededor de las ruedas.

Varios de ellos salieron del coche y empezaron a rascarla, ella también tenía un rascador de nieve en el coche, solo tenía que encontrar su coche y podría utilizarla. También podía quedarse allí dormida en medio del miento y ya se ocuparía de su coche al día siguiente.

ÉliteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora