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Un mes después

Sakura

Al fin, luego de semanas y semanas de cuidado intensivos y sus terapias con Ino hoy le habían avisado que podría volver a casa. Las enfermeras llegaron temprano y le habían vendado los pies concienzudamente, hasta las espinillas, le habían puesto unos botines que ayudaban a que sus aún algo débiles huesos se mantuvieran en su sitio y habían preparado la mochila con sus pertenencias y los dibujos de que había hecho con la hija de Kakashi.

Después, el doctor había venido y comenzó a explicarle las indicaciones a seguir en casa. Tenía mejor la zona de la cadera y los muslos, aunque todavía le dolieran un poco, el problema mayor eran sus pies ya que aun no podía ponerse zapatos ni andar demasiado rápido o por demasiado tiempo.

De todos modos, pensaba que ir en silla de ruedas y el vendaje hasta las espinillas eran una exageración, y que ella podría caminar perfectamente con una muletas, aunque fuera lentamente.

Fue un día largo, entre que preparaban los papeles que tenía que llevarse y las indicaciones que debía aprenderse para poder seguirlas. Lo bueno es que en el transcurso del día Ino asomo su cabeza por la puerta de la habitación, traía un trozo de tarta en sus manos, con una veleta chispeante arriba y clara intención de festejar su dada de alta.

—Será una pena ya no verte todos los días.

Le dijo pensando en las charlas que mantenían, su tiempo de merienda y cotilleo, también el rato que pasaba con Kurama desde que se llevaban mejor. Habían hecho que su estancia fuese más entretenida de lo que espero en un principio.

—Siempre puedes llamarme tontita, tienes mi número —dijo Ino con una sonrisa resplandeciente— además aún tendrás que venir un par de veces por semana, no te desharás tan fácilmente de mi.

—Eso es cierto —sonrío de vuelta la rosa, comiendo un bocado del pastel que había traído la rubia.

—Por cierto esto es para ti.

Y de un bolsillo de su traje blanco extrajo una hoja de papel doblada, sé la extendió y ella la tomó enseguida. Abrió los ojos al ver lo que era.

—¿De verdad, esto es real?

—Asi es.

—¿De verdad puedo llevarme a Kurama a casa?

—Ordenes del medico.

—¡Pero..!

—Se lo que piensas —la detuvo la rubia con una mano abierta— pero tenías razón, ese perro es raro y definitivamente no creo que ayude a otro paciente que no seas tu. Además creo que se encariño mucho contigo, te será una buena compañía.

Sakura sonrío mirando el papel en donde el hospital autorizaba la salida del perro para que estuviera una temporada alojado en su casa, por motivos de apoyo emocional hacia su persona.

Se le hizo un poco extraño que el doctor no lo hubiese mencionado hace un rato en su charla, pero lo ignoro pensando que se trataba solo de dejarle a Ino darle una sorpresa.

—Gracias, yo también me encariñe mucho con él.

—No es nada —la abrazo por los hombros— me alegro de que estés contenta.

Ino sonrío por la emoción de su amiga, aunque también estaba apenada por no poder confesarle la verdad; que aquella autorización no era real y que Kurama no era un perro de apoyo verdadero, ahora que Sakura se iba a casa su primo había sugerido aquella idea para que Kurama pudiese irse también.

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