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Hospital Militar
Una semana después

Sakura

Sakura llevaba un par de minutos con la vista fija en la esquina de la habitación, se encontraba recostada en una colchoneta en el suelo mientras Ino estiraba su pierna izquierda hacia arriba, apuntando al techo.

Aunque le dolía ese tipo de ejercicios, no podía evitar ignorarlo y fijar su atención en los ojos del animal que la miraba fijamente desde lejos.

—¿No te parece extraño? —pregunto de repente, volteando su vista hasta la rubia.

—¿El que es extraño? —respondió ella mientras dejaba suavemente la pierna de vuelta al suelo y la miraba curiosa.

—Pues el perro, nunca se acerca aquí —le dijo volviendo la vista al can— solo se mantiene sentado, habías dicho que era de apoyo pero no ayuda demasiado y la verdad me incomoda que me mire tan seriamente.

—Quizás es tímido —hablo la rubia e intentando distraerla la ayudó a sentarse sobre la colchoneta— Voy por algo para merendar ¿quieres café o algún pastelillo?

Sakura no se sorprendió por el repentino cambio de tema, asumiendo que era por la personalidad hiperactiva de la chica y no porque en realidad quisiese evitar su pregunta.

—Café está bien.

—¡Genial, enseguida vuelvo!

Y como un rayo desapareció por la puerta, dejando a solas a Sakura con el pastor alemán, sumidos en un silencio incomodo acompañado del inmutable temperamento del perro. Sakura frunció el ceño, intentando entender cómo un perro tan serio sabía terminado siendo un perro de apoyo.

—Ven Kurama, ven aquí —lo llamó dando palmadas al suelo y con un tono de voz animado, incitandolo sin éxito— ¡Ven muchacho, aquí!

El perro ni se movió un milímetro.

—¿No te han dicho que eres pésimo en tu trabajo? —le hablo frustrada y hurgando en el bolsillo de su chándal sacó un pequeño juguete en forma zanahoria que chillaba si lo apretabas.

Le había pedido a una enfermera si le podía conseguir uno de esos, ya que después de conocer a Kurama y luego de dos días de ver que el perro parecía odiarla se había empeñado en ganárselo, sin éxito por supuesto. Pero hoy estaba decidida a usar el recurso de un juguete para ganarse su confianza.

—¡Mira, mira lo que te traje Kurama! —apretó el juguete para que chillara y el perro pareció más atento que antes en sus acciones— ¿Te gusta, te gusta el juguete que suena? ¡Cogelo!

Y con fuerza lo lanzó en su dirección, viendo cómo el perro seguía la trayectoria del juguete y como este caía cerca de sus patas.

—¡Tráelo muchacho, trae el juguete! —cómo loca comenzó a apuntar en dirección a la zanahoria y a aplaudir— Por favor Kurama, trae el juguete.

De nuevo, para su gran decepción, el perro no se movió de su lugar.

—Uff eres imposible.

Y molesta se estiró en su sitio para intentar coger por sí misma el juguete, ya que había caído no tan lejos de ella y estaba claro que el pastor no estaba dispuesto a acercárselo. Tuvo que doblarse y flexionar sus piernas para intentar llegar más lejos, apoyando una rodilla en el lugar y haciendo algunas muecas de dolor.

—Ya casi.. ya casi.. ¡Ahh!

Chillo adolorida cuando su rodilla resbaló de repente en la colchoneta y ella cayó sobre su estómago, dándose un golpe en la barbilla contra el suelo y aullando de dolor por sus piernas que comenzaron a palpitar.

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