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Realmente eran las seis de la mañana.

Por un demonio ella nunca se había levantado tan temprano en su vida. ¡El sol ni había salido completamente!, y sin embargo allí estaba ella junto a otras ocho personas en una camioneta Ford color gris sucio, ya bastante vieja y destartalada.

Los asientos no eran exactamente nuevos, Sakura podía apostar lo que fuera a que los de un autobús público estaban en mejores condiciones que aquellos, el suelo no estaba mucho mejor y el motor tampoco. Cada tanto la camioneta daba resoplidos por el tubo de escape, como si le costara seguir avanzando y a Sakura no le hubiese sorprendido en nada si de un momento a otro el vehículo llegara hasta su límite y no pudiera avanzar más.

Lo que en verdad le sorprendió fue que esta llegara al destino, por supuesto con todos sus pasajeros tensos y con el corazón en la garganta de los nervios.

—Salgan —resopló el conductor de la chatarra que alguna vez fue una camioneta.

Todos salieron rápidamente, aquel tipo no tenía que decírselo dos veces. Con un feroz rugido del motor el vehículo partió dejando al grupo de novatos a la deriva.

—¿Donde demonios nos ha dejado? —preguntó uno de los chicos del grupo.

En medio de la nada —pensó Sakura mirando a su alrededor, ella había ido atenta al camino que tomaban desde que salieron del estacionamiento y ya a mitad del mismo se dio cuenta que en realidad no reconocía que via habían tomado.

La camioneta los había dejado en un gran campo abierto, había paredes de escalada, cuerdas gruesas atadas o colgadas, hileras de alambres de espina y otras muchas cosas que Sakura nunca había visto antes pero que seguramente le iban a causar dolor.

El campo era de tierra con rocas y elevados, tenía un circuito de velocidad con pozos de barro incluidos y también un bosque al otro lado. Y a pesar de él poco tiempo que llevaban allí ya se notaba como el polvo de la tierra entraba por sus gargantas y narices.

A Sakura no le gustaba la tierra, ni sudar y básicamente no le gustaba nada de lo que estaba apunto de pasar.

Pero sudar es mejor que estar desempleada —pensó ella— Al menos de momento.

Había gente moviéndose por todo el campo, unos treinta hombres sudados de los pies a la cabeza y dispersos por los diferentes circuitos, haciendo cosas que parecían imposibles para una persona normal. También podía olerse en el aire la pólvora quemada, producto de los disparos.

Todos estaban asustados, su pequeño grupo se mantenía unido y anclado al suelo viendo con asombro lo que hacían aquellos súper hombres. Nadie decía nada, era esto o empezar a buscar otro trabajo.

—Ustedes, los nuevos.

Un tipo enorme y ancho de musculatura se les acercó, tenía un gracioso peinado como de hongo y unas cejas bastante pobladas y negras. Llevaba una camiseta verde que tenía empapada de sudor, unos pantalones a juego y unas botas especiales para terreno arenoso, el hombre estaba cubierto por una fina capa de tierra que se mezclaba con sus fluidos corporales.

—Yo soy Gai —dijo el tipo simplemente— Hoy vamos a comenzar el entrenamiento y ya que son nuevos en esto lo haremos como si esto fuera el Ejército, correremos unos cuantos kilómetros y así veremos cuanta resistencia tiene cada uno.

Y sin más preámbulo comenzó a correr con un trote relajado, ellos nueve se miraron entre sí y encogiéndose de hombros comenzaron a seguirlo. Sakura intentó mantenerse a buen ritmo, no quería ser la primera pero tampoco la última así que se mantuvo en medio como mejor pudo.

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