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Sakura

Sakura apenas podía escuchar el resto de las palabras que se pronunciaban en la sala.

Todo se volvía borroso a su alrededor mientras asimilaba la traición de la que habían sido víctimas. Las imágenes del dron, las firmas, los documentos. Todo señalaba lo evidente: habían sido marionetas en una red de mentiras.

Respiró hondo, tratando de calmar el torbellino de emociones que la invadía. La necesidad de ir junto a Naruto crecía en su interior, pero sabía que aún no podía irse. Este juicio era crucial, las pruebas debían ser contundentes y sus testimonios, claros.

—Sakura, ¿te encuentras bien? —la voz de Raikiri la sacó de sus pensamientos.

—Sí... solo... es mucho que procesar —respondió con un leve temblor en la voz, pero manteniendo la compostura.

Jiraiya continuó con su exposición, pero Sakura no podía evitar que su mente divagara. Los recuerdos de la misión en Siria, de las órdenes que habían seguido al pie de la letra, ahora tenían un nuevo sentido. Cada paso que dieron fue calculado por Danzō, cada riesgo que tomaron... no era solo una misión, era una trampa.

—Necesitamos tu testimonio, Sakura —dijo Hiruzen Sarutobi, con un tono grave pero comprensivo—. Sabemos que estuviste en el centro de muchas de estas operaciones, tu experiencia es clave.

Sakura asintió, aunque una parte de ella aún se resistía. No era solo el dolor físico que aún cargaba, sino el agotamiento emocional.

Había perdido demasiados compañeros, demasiadas vidas se extinguieron por decisiones que creían justas, pero que ahora sabían estaban manipuladas.

—Señorita Haruno —intervino Jiraiya—, sabemos que es difícil, pero sus acciones y las de su equipo han sido fundamentales para llegar hasta aquí. Naruto... Kyūbi arriesgó su vida por esta verdad. No podemos dejar que todo ese esfuerzo sea en vano.

Al escuchar el nombre de Naruto, Sakura sintió una oleada de determinación. Sabía que debía ser fuerte, no solo por ella, sino por él, por todos los que habían sido traicionados.

—Estoy lista para testificar —dijo finalmente, levantándose de su asiento con firmeza.

Los altos cargos intercambiaron miradas, y Hiruzen hizo una señal de asentimiento.

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Cinco días después

Naruto


Naruto abrió los ojos lentamente. La luz suave de la mañana se filtraba a través de las cortinas de la habitación, cegándolo por un instante y el sonido de un pitido constante le murmuraba en la oreja. Parpadeó varias veces, su mente aún atrapada en el sueño profundo del que acababa de salir. Sentía el cuerpo pesado, cada extremidad un recordatorio del daño que había sufrido. Intentó moverse, pero un dolor agudo en el abdomen lo hizo detenerse.

Giró la cabeza con esfuerzo, buscando con la mirada algún rostro familiar.

Lo primero que notó fue el sonido de una conversación en voz baja, un murmullo que provenía del otro lado de la habitación. Los reconoció al instante: Kakashi y Kiba estaban sentados cerca de la ventana, con el semblante serio, aunque relajados. Sus voces eran tranquilas, como si no quisieran perturbar el silencio de la sala.

—¿Qué... qué ha pasado? —Naruto intentó hablar, su voz rasposa por la falta de uso.

Ambos se giraron de inmediato al oírlo.

—Naruto, por fin despiertas —dijo Kakashi, acercándose a su cama con una expresión de alivio en el rostro. Aunque su tono era calmado, Naruto pudo ver la preocupación que había detrás de sus palabras.

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