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Sakura

¡Naruto!

Solo pensó en él y en su nombre, en el momento en que pateó la puerta nada más vino a su mente que él, porque sabía lo que la gente mala podía hacer con un arma en mano y porque había visto su todoterreno destrozado antes de entrar.

Abrió la puerta y dio un paso al frente, no recordaba la última vez que se había sentido tan impulsiva, las armas que llevaba en las manos le resultaban reconfortante y ahora mismo la adrenalina inundaba sus sentidos.

Oyó dos voces, la de Danzō llena de ira y de gruñidos, y la otra voz igual de grave de un hombre que sonaba sorprendido.

Sin embargo no oyó a Naruto.

Lo que si oyó fue el click de tres cañones apuntándole directamente a la cabeza, tres hombres habían levantado sus armas nada más ella entrar. Se mantuvo tranquila, intentando recordarse que ella también tenía un par de cañones a su favor y que el miedo era el peor enemigo que podía tener allí dentro.

Avanzo ante la atenta mirada de todos los allí presentes, percibió un olor ya conocido; el olor de la sangre. Busco frenéticamente por la apenas iluminada habitación la ya tan conocida cabellera rubia y sintió como si a ella se le hubiera escapado toda la sangre del cuerpo, como si su alma hubiera quedado reducida a polvo.

Amarrado a una silla, atado de pies y manos, se encontraba el hombre al que había venido a buscar; Naruto. Tenía la cabeza echada hacia delante, como si estuviera inconsciente, también pudo apreciar como un líquido carmesí le bajaba desde un hueco en el cuero cabelludo, bajando por la cara, barbilla y cuello, hasta finalmente manchar el suelo y la silla en donde estaba.

—No...

Sus ojos también captaron las múltiples heridas que tenía en brazos y piernas, algunas partes de su ropa con manchones rojos. Quiso apartar la mirada y llorar, jamás se imagino una escena tan horrible como aquella y deseaba con toda su alma que todo fuese una pesadilla. Ni siquiera podía asegurar si el hombre seguía respirando, estaba tan agitada, que le costaba concentrarse en nada más que la sangre que salía de él.

El chirrido de una silla la alerto, un hombre de pelo negro que no había visto antes se giró hacia ella con cara de pocos amigos, y se estremeció, pero no soltó el arma ni dejó de apuntar a dos de los hombres que la tenían amenazada.

Sakura reconoció a aquel hombre con una sensación de asombro, era muy famoso, sobre todo en Washington, se trataba de un poderoso congresista que había estado en varios comités importantes, pero que se había retirado de todo hacía dos años por unos escándalos de lavado de dinero.

Obito Uchiha.

Vio como el hombre en cuestión poseía también un arma en la mano, que apuntaba directamente a la cabeza de Danzō, quién si estaba consciente. Vio que uno de los tres hombres copiaba su acción, pero apuntándole en la cabeza a Naruto, su mirada era fría pero al mismo tiempo sádica y por un segundo pudo captar como un par de mechones rubios le adornaban el rostro y eso fue como si un flashback inundará su mente; ella conocía a ese hombre, pues jamás podría olvidarlo.

Era la persona responsable de la explosión en las ruinas de Siria, la persona que alertó a los otros de que atacarán al equipo y el responsable de que ella y sus compañeros sufrían bajo sus decisiones.

Deidara.

—Bueno, bueno que tenemos aquí~

—Bajen las armas —dijo inmediatamente ella, sus ojos echaban chispas— usted y el hijo de puta detrás suyo.

—No, no lo creo preciosa —dijo Obito y la expresión de diversion desaparecido de su semblante y en su lugar había una lejanía glacial.

—¡Pink, pégale un tiro a este cabron! —gritó Danzō revolviendose violentamente en la silla, como si quisiera volcarla.

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