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A pesar de que no fuera su hija biológica, por un mínimo instante parecía serlo.
Las ojeras que traía bajo sus ojos delataba el no haber podido dormir.
Ni el mismo Aizawa pudo entender cómo fue que en solo una noche las ojeras fueran tan pronunciadas.

—¿Pesadillas? —pueguntó el mayor sentándose a un lado de su hija. Ella negó—¿Por la tormenta?— volvió a negar. Aizawa suspiró—¿Puedes, por favor decirme qué demonios te ocurre?

Harumi se cubrió con la sábana hasta la cabeza. No quería oír sermones. No quería nada.

—Papá…—susurró, esperando respuesta que jamás llegó—. Me desangro.

Esas simples palabras fueron suficientes para que el panda entendiera a que se refería.

—Cielos. Nunca podré acostumbrarme a esto.

—Tu no tienes que acostumbrarte a nada. Yo soy la que se desangra poco a poco y dolorosamente. ¡Has algo por favor!—Shota se sobresaltó por la desesperación en la voz de su hija.
Era cierto que al principio solo iba a fingir, pero oh bendita naturaleza vengativa que efectivamente, estaba con su período.

—Iré por algo… aún no se qué… pero por algo. Ya regreso.—nunca fue bueno en esas situaciones. Es más, nunca pensó tener que ir a una tienda por compresas femeninas, tanto así, que ni siquiera sabe cómo se llaman. Viniendo de un hombre sin experiencia, podría tranquilamente traerle pañales a su hija.

Todo el abdomen bajo le dolía como si un hombrecito con un tridente la estuviera picando una y otra vez.
Para colmo, estaba sedienta.

Ya era pasado el mediodía. Los chicos se habían preocupado al no verla por ningún lado, hasta que fueron a su cuarto y los mandó a volar a todos con el mal humor que traía con ella por no haber dormido.

Finalmente llamaron a Aizawa-sensei y él "arregló" las cosas.

Harumi se levantó. Traía puesto una remera manga larga a rayas y un pantalón corto con unas medias largas. Tomó el primer abrigo que encontró y salió de la habitación dirección a la cocina.

Gracias al cielo y posiblemente a All Might, no se encontró a nadie en los pasillos.

Y efectivamente fue gracias a All Might porque tenían clases con él aquella tarde.

—Veo que el ermitaño ha salido de su cueva.

Harumi simplemente intentó ignorar la voz del rubio. Si ya de por sí le molestaba esos tonos que usaba, cuando se burlaba de ella era uno de los que más le irritaba.

Se dedicó a beber agua. Y bebió mucha, en verdad tenía sed.

—Oye…—lo oyó acercarse. Cuando se volteó para volver a tirarse a dormir lo vio. Su rostro de preocupación —¿No tienes fiebre o sí?

Llevó su mano a la frente de la muchacha y ahí la dejo un momento, tensó todo su rostro cuando notó un poco de temperatura.

Sin mediar palabra apartó la mano y cuando ella quiso comenzar a caminar, él ya la había tomado en brazos y la llevó a la enfermería lo más rápido que pudo.

—¡Nunca hay nadie cuando se lo necesita!— gruñó después de dejar a Harumi en la camilla.

—No tienes que exagerar idiota. Es algo normal en mí. No te preocupes.—no la escuchó, salió disparado de la enfermería a buscar a alguien que ayudará a su doncella en apuros. Tan apurado que tampoco notó a Midoriya ahí.

—¿Tienes fiebre?—se acercó con cautela. Harumi se cubrió con la sábana, comenzó a sentir algo de frío.

—Tengo temperatura. Pero es todo. Bakugo exagera.—le sonrió débilmente y cerró los ojos.

La Hija Del Sensei.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora