Prólogo: Para ser feliz

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Revisó el calendario, dos días desde que se había ido, con un plumón marcó, por razones que desconocía.

Bajó por las escaleras, al comedor, sus ojos un poco rojos, pero no se podía evitar.

—He cocinado... —dijo Anko, sosteniendo una bandeja con platos.

Sonrisa forzada, bajó la cabeza, se sentó murmurando: "gracias", las manos intranquilas debajo de la mesa.

Colocó los platos en la mesa, comieron, el olor particular del ramen atrajo su apetito, pero no hizo ningún movimiento.

Regresó de nuevo a su cuarto, echó seguro y sentada en su cama, sus ojos seguían perdidos.

Tocaron la puerta.

—¿Quién es...? —preguntó Karin, su voz imperceptible.

Volvieron a tocar la puerta.

—¿Quién es? —dijo Karin, irritada, alzando la voz

—Tsunade, deja que entre.

Se quedó un rato más en la cama, asimilando su respiración, en los latidos de su corazón, cosas que no eran notorias, ahora lo eran por alguna razón.

—¿Tengo que dejarte entrar? —dijo Karin.

No respondió, silencio absoluto.

—Por favor —suplicó Tsunade.

No sabía la razón, pero tenía ganas de llorar.

Caminó muy lento, movió la perilla de la puerta. Ahí estaba Tsunade, esa maestra hermosa, con sus ojos color miel, su piel blanca, la misma que comenzó a abrazarla.

Karin echada en la cama desordenada, cubriendo su rostro con el brazo, Tsunade haciendo un espacio para sentarse.

—... Lo harás mejor —dijo Tsunade.

—No tengo muchas ganas —dijo Karin, temblorosa.

—Tienes dos opciones —dijo Tsunade—. Hacer algo al respecto o quedarte sentada esperando lo mejor.

—Quedarme sentada esperando lo mejor es más relajante.

Tsunade también se acostó en la cama, emitió un largo suspiro.

—Cobarde.

Agarró la cama con fuerza, sus ojos filosos viendo a Tsunade.

—... ¿Viniste para eso? No quiero y punto...

—Eso es lo que era yo, Karin —Tsunade abrió los brazos—. Hasta que ustedes me encontraron, no tenía ningún propósito y ustedes me obligaron a buscarlo.

—Es la causa por la que lloro, por la que estoy así.

—Es porque te importa.

—Me importó tanto que fui... solo para enterarme de lo que piensa —Karin inhalaba y exhalaba—. No sabes lo que se sintió. Yo lo quería... y luego me viene con esta tontería...

—¿Todavía lo quieres?

—Sí...

—Intenta entonces, Karin. ¿Sabes que hago cuando tengo un montón de trabajo?

—¿...Qué cosa?

—Lo comienzo a hacer, no me voy con rodeos, quiero despejarme de esa tarea para seguir avanzando.

—¿Quieres que lo intente por última vez?

—Con todas tus fuerzas.

Entonces Karin dejó de hablar, sus brazos dejaron de tapar su rostro.

Naruto Shippuden / IridiscenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora