Capítulo 3: ¡Es una promesa!

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«¿Qué es esto?».

El tiempo pasaba a cámara lenta ante los ojos de Gaara, la explosión hacía eco en el edificio, la ventana se hacía añicos, los concejales retrocedían con pavor hacia atrás.

Piensa, piensa, la prioridad era sacar a todos sanos y salvos, los documentos no eran tan importantes como la vida misma.

Al frente de él, la arena en su calabaza salió a socorrer a los hombres, los envolvió.

«¿Cómo pasó?»

Su arena especial recorría los pisos de abajo, cabía la posibilidad de que todavía se encontraran trabajadores dentro, son su responsabilidad.

No se equivocó, sintió la presencia de unas cuantas personas, en los diferente pisos, que miraban hacia el techo, los envolvió.

No tenía tiempo, esto era lo mejor que podía hacer, tenía que asegurarse de estar consciente.

«¿Cuánto tiempo estuvo aquí? Si no hubiera ido con mi hermano... no... fue mi culpa».

La explosión cobraba intensidad, llegaba a su cara, se envolvió lo más rápido posible.

El edificio desplomándose, bloques de arena procesada volaban por los alrededores, la arena destruida flotaba en el aire como polvo en el suelo.

—¡¿Qué está pasando?! —Gaara escuchó el grito de un concejal.

No solo era eso, los gritos resonaban por todos lados. Apretó su puño, en el edificio destruido, masas de arena flotaban, al alejarse y caer, reveló la silueta de personas.

Lo había logrado, sus dos brazos sobre el suelo, sudando. La arena sacada de cada piso no era de su uso, pero tenía que valerse de cualquier cosa, eso lo había cansado.

La noche en el desierto, un lugar que debería de ser silencioso y oscuro, de pronto ya no lo estaba.

La arena procesada, del que alguna vez fue el corazón de la aldea, estaba ardiendo en llamas.

Gaara abrió la boca, tratando de decir algo, sin decir nada al final.

Solo quedaba algo que hacer, tapó su ojo derecho, buscando por todos lados, entonces lo encontró.

Estaba viniendo a toda velocidad, se detuvo, volaba encima de él, el ave de color blanco.

El Kasekage levantó la cabeza, retiró la arena de las personas que anteriormente había salvado.

—¡Gaara! —escuchó una voz en la lejanía—. ¡Hermano! ¡¿Qué pasó?! Me preparé lo más rápido que pude ¿¡estás bien!?

A su alrededor, había agrupados unos cuantos ninjas más.

Observaba el edificio destruido, Kankuro detrás de él tocó su hombro, giró su cabeza, retrocedió.

—Gaara... —dijo Kankuro.

—Me encargaré del enemigo, resuelve lo demás.

La arena bajo los pies de Gaara se elevaba desde el suelo, brazos cruzados, mirada seria.

«¿Eh?», resonó en su cabeza la voz confundida.

«Cállate por un momento Ichibi, voy a luchar».

«Pero... ¡Gaara-chan! Fuiste tú el que me liberó ¡Puedo conversar contigo! Genial... ¿listo para dominar el mundo?

La risa del Ichibi resonó.

«¿O prefieres que te coma y destruya la aldea?».

Gaara no contestó.

Las alas del ave movieron su cabello, las plumas blancas puras parecían desprender neblina.

Naruto Shippuden / IridiscenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora