Capítulo 92: Sobre lo que ocurre en la Arena (4)

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Después de esto todo cambiaría, sin embargo, Chiyo no se encontraba apenada ni insatisfecha, aceptó el cambio como algo natural que debía de suceder y que es ajena a su voluntad.

Chiyo observó llegar a Baki a su lado, ella estaba encima de la plaza, en el centro de la aldea.

—He confirmado el perímetro —dijo Baki—. Varios individuos se encuentran rodeando la puerta este.

—¿Alguna señal del enemigo en la puerta oeste?

—Ninguna, nuestros sensores no han detectado nada.

—Entiendo.

Chiyo bajó de la plaza y se encontró al frente de Baki, quien tenía detrás a un número considerable de ninjas.

—Ya he mandado a mi hermano —dijo Chiyo—. Es muy eficiente el desgraciado, logró evacuar a los niños, jóvenes, mujeres y ancianos en el tiempo récord de 55 minutos. Claro, algunos de los miembros de tu armada están por allá, no hubo tiempo para pedir permiso, espero tus disculpas.

Levantó entonces su mano, Baki miró confundido este gesto por su parte, le pareció divertido a Chiyo.

—No dejes a la Kasekage sustituta con su mano levantada —dijo Chiyo—. Saluda, soldado.

Baki con lentitud hizo aquella acción, ambos se estrecharon la mano.

—Kasekage —dijo Baki, señaló detrás de él—. Yo, al igual que estos hombres, la acompañaré en su lucha, conmigo a su lado... podemos...

—¿Llevarnos a unos? —dijo Chiyo—. No gracias, tu vida es preciada para ellos, que la desperdicies de este modo me molestaría bastante, podrás calmar su confusión mientras estés con ellos. Haz lo mejor posible para cuidar de todos, confío en ti, Baki.

—Kasekage-sama...

—¡Ahora lárgate! —gritó Chiyo, pasando a su lado—. ¡Serás declarado traidor si no cumples con esta orden que te doy!

—¡Vaya de una vez, general! —un ninja alzó la voz.

—¿Qué...? —Baki volteó su cabeza.

—¡¿Nos cree débiles?! —dijo otro ninja—. ¡Solo dejamos que se adelanten!

Chiyo no hizo ningún otro ademán mientras corría al lado de la armada de cien ninjas. Solo cuando se fijó de lado, se dio cuenta que Baki se había marchado. La noche era oscura y silenciosa, Chiyo sentía por primera vez en mucho tiempo la alegría de respirar tranquilamente.

Los ninjas a su cargo sonrieron como dándose ánimos antes de lo que pasaría, ninguno tenía idea de lo poderoso que podían ser los miembros de Akatsuki, pero todavía sentían miedo desde la última experiencia con solo uno de ellos.

—Kasekage, puede marcharse —dijo un ninja.

Estos no eran soldados cualquiera, Ebizo los había escogido por ser los más fieles a Sunagakure, entendían más o menos sus intenciones y eran lo mejor que pudieron haber escogido. Chiyo entonces se alejó del grupo y fue hasta el edificio Kasekage recién reconstruido, las habitaciones eran igual de oscuras que afuera y sin embargo, era más seguro para ella.

Los papeles y pinceles, los documentos, todo había sido dejado sin cuidado. Subió por las escaleras hasta llegar a su oficina, donde no encontró a nadie salvo la sombra que reflejaba la luna por la ventana en ella misma y esa caja rectangular, donde el cuerpo de un hombre se encontraba inerte y de pie.

Sus pestañas eran de color negro y tenía el cabello rojo. Chiyo se pasó largo tiempo por esos lugares, sin prestar la más mínima atención a los gritos aterrados de afuera, del lugar donde se acababa de marchar.

Dejó el pergamino de guardado al lado de la caja junto con la nota y procedió a retirar del cristal, el cuerpo del anterior Kasekage en todo su esplendor, había conservado bien todo y eso era algo bueno.

Chiyo movió sus dos brazos y una luz morada comenzaba a fluir hacia el cuerpo, quien como si supiera que esto le haría bien, parecía apoderarse de la luz.

«Hermana, Ebizo bajó la cabeza, esa clase de decisión».

Se acordó del rostro melancólico de su hermano, negándose ferviente ante esta decisión, sacrificar su vida por otro, es algo que no le gustaría de ningún modo.

«Disculpa, hermano», pensó Chiyo.

Con todas las evidencias que tenían contra ella, el Concejo podría decir que decidió morir como una cobarde sin remedio, que no quiso pelear hasta el final, sin embargo, dado que después de su muerte nada le dolería, estaría bien incluso si hablaran mal de ella.

Porque no le importaba mucho en realidad, su cuerpo funcionaba a medias pero su mente no tenía salvación, levantarse cada día era un dolor, porque recordaba cada cosa mala que había hecho, algunas insignificantes y otras más graves.

Por otro lado, este chico, el Kasekage anterior, aún tiene vitalidad tanto física como mental, tal vez podría llevar a Sunagakure a un mejor futuro de lo que cualquiera podría hacer y eso le encantaba.

Posibilidades infinitas con este joven, que bonito que era eso.

Sus parpados comenzaban a pesarle más de lo que deberían, cuando termine con esto, un buen descanso le hará bien, no podía evitar disfrutar desde ahora ese sueño profundo.

Con todo, aún le gustaría saber cual fue el paradero de su nieto, en teoría debería de seguir vivo, se preguntó el porqué de su marcha a donde sea que fuese.

Pero, en los últimos momentos que le quedaban, sintió que era innecesario intentar encontrar una explicación a todo eso que le preocupaba.

Por lo tanto, recordó a su hermano, a Baki, a los ninjas de la arena... recordó a su madre y a su padre, a sus hijos y, con eso en mente... por fin pudo cerrar los ojos.

Naruto Shippuden / IridiscenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora