No sabía porque hasta ese momento había pensado que su piel sería fría, pues lo sentía ardiendo contra ella. Sus manos estaban dejando caminos marcados a fuego por su delicada piel, aunque nunca un incendio fue tan placentero. La Koré trataba de decir algo sobre la situación, pero solamente gemidos ahogados salían de su garganta.Las ropas habían sido olvidadas tiempo atrás en algún lugar, aunque lo último que haría en ese momento sería ponerse a buscarlas. Los labios de Hades se dedicaban a robarle cada pizca de aliento que podía tomar devolviéndolo con forma de exquisito placer, usando diestramente tanto la lengua para recorrer su propia boca como los dientes para ejercer una suave pero enloquecedora presión contra sus labios y suaves mordiscos.
Acunó su cara entre las manos para darle un último beso decadentemente largo antes de dejar su boca en pos de su cuello.
No había en su toque ningún atisbo de duda, como si fueran viejos amantes reencontrándose, totalmente compenetrados. Eso quizás fue lo que debió ponerla en alerta. Las manos de Hades pasaron a sujetar sus manos mientras que su rostro se hundía hasta sus pechos con naturalidad, como si ambos hubiesen sido hechos para yacer así algún día, encajados a la perfección. No estuvo nada de tiempo inmóvil sobre ella en esa lánguida aunque deliciosa postura, aunque sentirlo por todo su cuerpo tampoco era una sensación que despreciarse, sino que empezó a repartir besos y caricias generosamente sobre sus pechos. El agarre que tenía sobre ella cedió y sus manos al verse libres escaparon directas a recorrer la espalda de él, deleitándose en su piel y la firmeza de su cuerpo.
Mientras ella sentía que la adoración que había recibido todos esos años como diosa palidecía enormemente al lado de la devoción que estaba mostrando por su cuerpo en esos momentos el señor del Inframundo.
A veces eran dulces besos realizados con ternura, otras succiones traviesas intercaladas con suaves lametones. No había forma de no responder a eso, ella necesitaba devolverle el gesto y sentir su piel así como él estaba devorando sin cortapisas la suya, pero la postura no la favorecía en ello, por lo que empezó a dar suaves tirones en su pelo para llamar su atención y cambiar eso.
Dejo un momento a sus pechos para recordar a sus labios, esta vez ella fue la que llevó la marcha del beso, como si el breve tiempo que había pasado sin besarlo se le hubiese hecho insoportablemente largo y necesitase besarlo de nuevo, muerta de sed por sus labios. Sus manos ya tenían una accesibilidad mayor que antes, aunque tenerlo encima le quitaban campo de acción y no podía recorrerlo a placer, pero no iba a quejarse de tener las manos vagando a capricho por el real trasero su amante.
Lo notó moverse y colocarse con habilidad entre sus piernas. Bajando besó su esternón, sonriendo al hacerlo como si conociese un chiste que solamente ellos conocían y estuviese preparándose para volver a contárselo. Fue descendiendo haciendo estragos y, para que negarlo, también cosquillas, llegando a su cadera.
No sabía que iba a pasar, pero su cuerpo parecía tenerlo claro pues sin quererlo empezó a tirar sus caderas hacia arriba. Él sonrió ante su urgencia, ayudando con sus manos a elevar sus caderas empujando con suavidad su trasero. Mordisqueó con cariño el hueso de su cadera juguetonamente, para pasar a besar a continuación sus muslos. La vergüenza casi opacó el deseo al darse cuenta de que los siguientes besos se iban a dar entre sus piernas. Sentir la respiración de él directamente en su sexo la dejó al borde del puro desmayo de vergüenza pero también estaba deseando que empezara.
Nunca supo lo que era esa mortificación, pues la despertaron. Se había dormido con el documento que grabó la vida de Leuce, al final había tenido consecuencias. Sabía que había estado fatal atreverse a leer las partes más privadas, pero la curiosidad había podido a su moral y no había podido dejar de hacerlo una vez se dio cuenta de que era lo que estaba haciendo en esa parte que había quedado tan fuertemente grabada en el corazón de la ninfa. El sueño era una de las memorias de la difunta, pero su mente había jugado con ella y la había colocado como la protagonista de sus momentos más íntimos.

ESTÁS LEYENDO
Escondida
FantasyCuando el mismísimo Zeus quiere raptar a tu hija la esconderías donde fuese. Incluso en el Inframundo. Deméter pide a Hades ayuda, él acepta porque total, solamente será meter a una cría en los Campos Elíseos, ¿qué problema puede dar la tal Perséfon...