37. Menta

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Cuando Hades era mucho más joven había ido a una fiesta en la que se pusieron a hablar sobre entre otras cosas, ser capaz de resistirse a todas las tentaciones. Un juez debía ser incorruptible y él era el juez último. No había forma de sobornarle, ya lo habían intentado con todo.

Poseidón protestó, claro que no se podía sobornar al dios de la riqueza, era un tema difícil ofrecerle algo que ya no tuviera. Zeus intervino, estaba seguro de que su hermano mayor era capaz de caer bajo otro soborno más dulce. Todos conocían a Zeus, sabían que se refería a sexo sin tener que especificar. Hades le contestó sin dudar ni un segundo que a diferencia de él, tenía la suficiente fuerza de voluntad como para no necesitar penetrarlo todo y que, en todo caso, no necesitaba parejas que no compartieran su lecho deseosos.

Afrodita estaba contemplando a sus sobrinos discutir bastante entretenida e hizo algo que no se había esperado ni ella, darle la razón a Zeus contra su querido Hades. Con matizaciones, eso sí, le dijo que se podría resistir a la pura pasión, pero que si alguna vez caía en las redes del amor vería que no había forma de resistirse.

Más tarde recordaría ese momento, pero no en ese instante, pues su mente estaba completamente volcada en su amada Perséfone. La primera vez que la había besado estaba borracho y creyó esperanzadamente que el recuerdo etílico había hecho de su memoria algo mejor de lo que había sido. Resultó que le había quitado intensidad. El contacto ya de por si era encantador, pero sus besos eran absolutamente embriagadores. Había gente que no era muy dada a dar besos, a él siempre le habían gustado aunque no fuera su parte favorita. Era divertido y excitante, pero era una de esas cosas que mejoraba mucho cuando había sentimientos involucrados. Con Perséfone tenía sentimientos de sobra para mejorarlos.

Más allá de que hubiese esos sentimientos, toda ella resultaba deliciosa, desde su manera de responder al contacto hasta iniciarlo. Entre ellos siempre parecía haber una atracción tirante que los hacía buscarse pero les impedía estar cómodos del todo. En ese momento fue fácil identificar esa sensación de inquietud. Era la plena sensación de felicidad y perfección. Platón contaría años más tarde que el amor era encontrar la parte que le faltaba al alma. Cuando esa teoría fue publicada y cayó en sus manos y le pareció que era un humano muy especial, pues se había sentido así cuando besó a su reina aquella noche y así desde entonces.

Finalmente la cosa se les empezó a ir de control y entre respiraciones entrecortadas y manos más allá de los límites de la decencia tuvieron que parar al darse cuenta de que los nuevos poderes de Perséfone, más potentes aún por la cercanía de Hades, estaban totalmente fuera de control y estaban sembrando la muerte. Claro, ella podría arreglarlo, pero estaba segura de que todo ese despliegue llamaría la atención de su madre. Le sabia muy mal dejar eso así, no estaba segura de que hacer, pero la salvación le llegó de donde menos le esperaba.

-Si no llega a ser por la oleada de muerte no os encuentro, preguntaría porque no os habéis dado cuenta pero es obvio -Menta les miraba con un gesto de desagrado infinito, pero no parecía que fuese a comentar nada- Tenéis suerte de que haya sentido el poder de mi hogar cerca, porque Deméter tiene que estar por caer.

-¿Te importaría no...? -comenzó Hades.

-No decir una palabra, lo sé, de hecho si quieres digo que he estado aquí con vosotros; prácticamente nada más desaparecer vosotros nadie se fijaba ya en mi, como siempre.

Como Menta había adelantado Deméter no tardó mucho en aparecer, se los encontró ya en unas posiciones mucho más dignas con su hija restaurando la vida que había segado sin muchos problemas. Mientras la Koré hacía florecer de nuevo los campos cercanos Hades le explicó sin tener que mentir más allá de la omisión que su hija se había asustado porque sus poderes nuevos se habían descontrolado y se fueron discretamente a intentar pararlos un poco más apartados de la fiesta, donde nadie los viese. No había ni una mentira en todo aquello, por eso no fue en ningún momento sospechoso a pesar de la suspicacia de Deméter.

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