Había miles de flores nuevas en los Elíseos. Una pradera entera nueva de exquisitas flores nuevas de hecho, la primera flor que fue capaz de crear la pequeña Koré en su momento y de la que había coronado a Hades sin saber tan siquiera quien era. Esas que la amable Leuce trató de sembrar en ese mismo lugar.
Todas rodeaban el lugar en el que estaba el hermoso álamo, protagonizando junto con la estatua el centro de los Campos Elíseos. La creadora de las flores estaba en un asiento hermosamente tallado justo en frente de ellos, con la mirada perdida en su obra pero sus pensamientos en otra parte.
-Espero que te guste, Leuce -no era como si las plantas le diesen pista de sentimientos, pero el álamo parecía estar bien, un poco mejor que hace un rato- Me gustaría hacer algo por ti, fuiste muy buena conmigo cuando era niña y ahora yo... Bueno, me he enamorado de la persona que tu amabas. Aunque no creo que me , nunca te enfadaste porque alguien más se enamorase de él -dio un suspiro cansado, aun no había llegado al palacio, había ido directamente a la pradera de Leuce- Te prometo que si algún día me corresponde lo intentaré hacer al menos tan feliz como lo hiciste tu.
Le había podido la vergüenza y no supo como actuar. Por suerte o desgracia tenía que quedarse en el Inframundo todavía, por lo que supuso que seguía teniendo tiempo para actuar de un modo más maduro. Estaba casi segura de que quizás no con la misma intensidad, pero él sentía algo por ella y desde luego se sentía atraída físicamente por ella. Podía trabajar con eso para empezar, además de que sabía que tenía el apoyo de Afrodita, eso significaba un enorme empujón no solamente por ser la diosa del amor, sino por tener una relación tan cercana con Hades. Si Afrodita con todo lo que lo quería la apoyaba tenía que significar algo, ella entendía de esas cosas.
Los gritos la sacaron de su ensimismamiento. En los Elíseos a veces se escuchaban gritos, normalmente eran gritos felices y juguetones, no de terror. Los gritos cada vez se iban acercando más, alrededor de Perséfone empezaron a crecer espinos, lista para lo que pudiese pasar. El terror puro que se distinguía en las almas de los justos hizo de sus plantas especialmente venenosas. Un carro se acercaba a toda velocidad, al parecer los habitantes de los Elíseos olvidaron al ver el enorme carro empujado por gigantescos perros el hecho de que ya estaban muertos.
Hécate freno justo en la entrada del sitio especial de Leuce, ni con las prisas se le ocurriría hacer algo que pudiese dañar la integridad del árbol. No solamente por la reacción que pudiese tener Hades, sino porque en el fondo ella también había apreciado mucho a la ninfa.
-Vale, no dejo que Hades vuelva a decirme que quizás no soy del todo prudente después de verte manejar un carro a ti -los espinos cambiaron a enredaderas llenas de flores que fueron enganchándose artísticamente al banco y cambiando las espinas por flores- ¿ocurre algo?
Hécate le hizo una seña para que se sentasen y pudiese recuperar el aliento. La bruja nunca había sido una guerrera, su trabajo solía ser en un ambiente tranquilo y tener que salir de esa manera de golpe era algo a lo que no estaba acostumbrada.
-Tu madre ha invocado con urgencia a Hades, no sé lo que ha pasado, pero nos hemos puesto a asegurar la zona solamente por si acaso -intentó no asustarla- todas las furias están en las afueras de los Campos, los accesos al Inframundo están sellados.
Perséfone trató de mostrarse valiente y despreocupada. Confiaba en todos los que había protegiéndola de Zeus. Les confiaba su vida, de eso no tenía dudas. Pero no estaba tranquila, aunque lo fingía, porque no sabía como de a salvo iban a estar ellos. Fingió normalidad aunque el temor estuviese haciendo mella en ella enseñándole a Hécate el hermoso prado de flores nuevo que había creado.
Un segundo estruendo se escuchó en los tranquilos Campos Elíseos por ese día, el señor de esas tierras había venido acompañado. La diosa de la agricultura había estado anteriormente en ese lugar, había estado ayudando a hacerlo más hermoso cuando Hades se hizo el señor de esas tierras pero a pesar de que habían transcurrido cientos de años desde su última visita fue capaz de diferenciar la mano creadora de su hija en ellas en segundos.
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Escondida
FantasíaCuando el mismísimo Zeus quiere raptar a tu hija la esconderías donde fuese. Incluso en el Inframundo. Deméter pide a Hades ayuda, él acepta porque total, solamente será meter a una cría en los Campos Elíseos, ¿qué problema puede dar la tal Perséfon...