23. Contra el suelo

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Ante la invitación de quedarse también le señaló la silla que había al otro lado de la mesa en la que se encontraba él, la silla de las visitas. Ella se dirigió diligentemente a la silla, la cogió y la llevo al otro lado de la mesa, a su lado, donde se sentó. Hades solamente sonrió al ver lo que hacía, por lo que se armó de valor para continuar.

-¿Cómo sabes cuando alguien merece ser castigado? -preguntó nada más sentarse.

-La experiencia ayuda bastante, pero la mayoría de las veces es sencillo -paró de leer y la miró, como si hubiese tenido una idea- ¿por qué no me ayudas? Puedes leerlo y decirme que veredicto les darías. Con el tiempo lleguemos a codificar leyes, puedes consultarlas si deseas -le señalo la estantería llena de rollos que tenía detrás- Aunque también confió normalmente en el criterio de los jueces, muchas veces solamente les dejó la anotación con mi opinión y no me persono si tengo otras obligaciones.

-Y si no estás de acuerdo les dices que eres el rey y ya -le respondió con una enorme sonrisa recordando a Minos.

Él se le acercó con una sonrisa cómplice totalmente perversa en el rostro, la sonrisa le sentaba bien y haría estragos en cualquiera que la viese, en ella al menos los estaba haciendo.

-¿De qué sirve ser rey si a veces no puedes portarte como un tirano y hacer lo que realmente desees?

Se alejó de ella hasta quedar de nuevo recto en su asiento y carraspear incomodo, se levantó mientras le dirigía una sonrisa falsa y tensa.

-Voy a pedirnos algo para beber mientras, creo que me ha quedado el día muy seco, ¿estaría bien un poco más de humedad? Sí, creo que sí -hizo aparecer el bidente en su mano mientras que con la otra abría ya la puerta sin dejar de hablar- Voy a pedir eso y a cambiar el clima, puedes empezar a leer todo eso si quieres.

Lo último que Perséfone escuchó fue un "estúpido, estúpido idiota" mientras se alejaban. Aún acalorada tubo que reírse, Hades había flirteado con ella tan descaradamente que desde luego le vendría bien un cambio de clima. Su reacción había sido tierna a partes iguales que frustrante.

Se dedicó a leer lo que le había dejado, aunque lo había sugerido como una excusa para acercarse a él de verdad le interesaba la manera en la que se aplicaba la justicia tras la vida para los mortales. En realidad según iba aprendiendo del funcionamiento del Inframundo le interesaba bastante, aunque no aspirase a ser la reina algún día se lo parecía genuinamente. Comprendía perfectamente el mundo exterior, ver como funcionaba otro completamente diferente y a la vez tan conectado era maravilloso. Tenía que preguntarle por los volcanes, a penas y había empezado a arañar la superficie de todo lo que podía aprender allí.

En el caso de que las cosas no se diesen bien le gustaría seguir pudiendo bajar a aprender todo lo que pudiese de ese reino, a pesar de lo que le dolería saber que no podía ser nada más para él. En el caso de que sus sentimientos no fuesen correspondidos ser su amiga estaría bien, se dijo. Trato de concentrarse en lo que tenía delante, era un claro caso de condena, era cruel y absurdamente sencillo, había abusado sexualmente de unas muchachas inocentes. Podría ayudar en su condena, en hacerle pagar por sus crímenes, se sentía orgullosa y plena por ello.

Esas chicas no habían tenido la suerte que había tenido ella de ser ayudadas. Ella había sido escondida para que no sufriera una situación así, era afortunada, desde luego. Había salido con un amigo maravilloso, aunque fuera solamente eso. También había estrechado lazos con Hécate, había conocido a Dorcas, a Hipnos... El balance era bastante positivo. Tenía que ser consciente de todo lo que tenía y no ser demasiado caprichosa, ser agradecida. Pero a pesar de todos los buenos deseos de repente fue consciente de que estaba llorando.

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