13. Apetito

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Estaba desnuda y mojada en la habitación de Hades. Hasta dicho para sus adentros y jamás pronunciado, era una frase que Perséfone no habría soñado ni siquiera pensar jamás. Si no fuera porque estaba sola sería una situación verdaderamente comprometida.

Después de quedarse hasta el primer receso Hades se acercó a ella, los asientos para los visitantes no eran muy cómodos y al notarla tensa por la postura le habló del baño de aguas termales que había en su habitación. Que podía usarlo con total libertad mientras terminaba y así los siervos podían recoger sus cosas tranquilamente sin molestarla.

Aceptó, por supuesto, aunque fuese por la curiosidad de ver como eran sus aposentos. Por supuesto fue a toda prisa a los suyos propios para devolver los rollos con las vidas de difuntos, más que nada por dejar en su sitio otra vez el de Leuce y fue derecha a la habitación.

Lo que más le sorprendió al entrar es que tuviera plantas. Era cavernosa como se esperaba de la habitación de uno de los tres reyes, pero no parecía más lujosa que cómoda. Había adornos curiosos de otras épocas, muchos tipos de tablillas en un idioma que seguramente era más antigua que ella y rollos y rollos de textos. Se regañó a si misma por estar cotilleando entre sus cosas tan descaradamente, más que por el cotilleo por la posibilidad de que entrase una doncella a atenderla y la pillase en esa situación.

Toda la habitación era acogedora a pesar del tamaño por el calor que desprendían las aguas termales. No tardó mucho en desprenderse de la ropa y entrar en ellas. En un principio trató de recogerse los cabellos para no mojarlos y terminar antes cuando tuviera que salir, pero al cabo de un rato estaba tan cómoda que le dio completamente igual.

Se podía imaginar perfectamente a Hades volviendo de un día cansado llegando a la bañera, desnudándose y relajando las preocupaciones en el agua. Cuando llevaba un buen rato en la ensoñación se dio cuenta de que era hora de salir urgentemente de la bañera y vestirse. Normalmente vestía de una manera bastante infantil que se dio cuenta de que podía resultar demasiado reveladora, después de los últimos días sintió deseos de ponerse varias capas encima.

Maldijo por lo bajo a Hipnos. Vale que no era la culpa del dios, pero podía haber hecho algo cuando conectó sus sueños con los recuerdos de Leuce. Eran los recuerdos de Leuce, no un deseo suyo. Se lo dijo mentalmente, pero se dio cuenta de que no estaba tan segura de eso último. Desde el momento en el que lo vio siendo una niña el aspecto del dios le llamó la atención, eso era algo que simplemente no podía negar, quizás esa atracción por el imponente atractivo físico del dios había despertado una parte de ella que su madre se había encargado de dormir a base de seguir tratándola como una niña.

Vale, debía admitir que se sentía atraída por el dios. Eso era normal, los dioses se sentían atraídos constantemente por otros dioses, de hecho ese era el origen de sus problemas. Era normal, era adulta y se habían despertado ciertos apetitos. Nada de sentimientos involucrados, solamente apetitos.

Quizás Menta la había cazado antes de que ella misma se diese cuenta de lo que le pasaba. Sentía atracción por él y ya está, además le caía bien, nada preocupante. Salvo que a diferencia de lo que le había dicho la ninfa, era su amigo y le importaba muchísimo. Jamás consentiría que se metiese en ningún problema por ella. Además, no es como si él sintiese lo mismo por ella.

Ahora que lo tenía claro ya no tendría que tener ningún problema a la hora de abordarlo. A penas y pensó en nada sobre su sueño al pasar por delante de la enorme cama de Hades. Solamente un poquito, pero es que tenía una pinta tentadora.

Lo cierto es que más allá de la tensión que se había acabado provocando ella sola, las aguas habían hecho maravillas en ella. Tenía hambre y ganas de dormir, estaba relajada y lista para afrentar lo que le llegase. O lo que le llegase después de comer y una buena siesta.

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