30. Justicia

1.7K 238 17
                                    

Llevaba tiempo sin moverse por el mundo exterior, por suerte no había cambiado tanto como podía parecer, al menos no su orografía. Se puso el yelmo haciéndose invisible para no causar el pánico entre humanos, tan sólo buscaba hacer eso con uno, no era necesario alertar a nadie más.

Todo había acabado bien, pero podía haber desembocado en consecuencias terribles para Perséfone. Más bien para todo el Cosmos, pues si Zeus le hubiese puesto un dedo encima el Inframundo habría ido en guerra abierta en su contra. Con la cabeza más despejada era consciente de todo el daño que se habría podido formar, pero sabía que habría liberado a los titanes sin temblarle el pulso con todo lo que eso conllevaba.

La música era poderosa en esa zona. No es que se escuchase especialmente alta, es que realmente se había apoderado del lugar. Su poder era increíble y muy seductor, pero Hades no era un simple mortal como todos los que lo estaban rodeando. A pesar de que había sido afectado anteriormente por su música esta vez venía preparado, sabía que se podía encontrar y sus ganas de venganza lo elevaban sobre cualquier otro sentimiento. Se bajó d su carruaje para no atropellar a ningún humano pasando entre ellos invisible intentando no hacerse notar hasta estar al lado de su presa. Igualmente estaban tan fascinados que no notaban que lo que los empujaba ligeramente al pasar era invisible.

Y Hades escuchó, la canción trataba sobre su descenso para volver a ver a su amada, cuando llegaba a su encuentro con él no lo dejaba en muy buen lugar pues lo ponía como un malvado tirano que solamente había cedido por las dulces suplicas de su amada, a la que había secuestrado. La diosa de la primavera, la pobre Koré languidecía en el Inframundo a penas soportando la presencia de su captor. Si no hubiese estado tan enfadado se habría reído al pensar en su adorable invitada pidiendo su presencia a diario y buscándolo por todo su palacio. Siempre intentaba acurrucarse contra él, la muy pícara, aún tenía su delicioso aroma impregnado por el abrazo durante el viaje. La forma de interesarse por conocerlo genuinamente. La manera de sonreír cada vez que se encontraban. Su dulce voz diciendo que lo amaba... Sí, seguramente no soportaba su presencia.

A pesar de que pensar en ella le tranquilizaba, saber lo que podía haberle ocurrido a ella... Y el cantante estaba enterado de lo que podría haberle ocurrido. Su ira despertó de nuevo. Los mortales sintieron que algo iba muy mal, lo suficiente como para salir de su embrujo musical. La tierra tembló ligeramente y el aire se hizo más frio. De golpe el señor del Inframundo se hizo visible en toda su gloria entre ellos. La imponente figura exudaba autoridad y algo en el interior de cada uno de los presentes les hizo salir corriendo, incluso el músico tuvo que contenerse para no salir huyendo.

-Saludos Orfeo -su voz retumbo por todo el valle- Es una canción interesante esa que estabas cantando.

-Puedo cambiarla -se ofreció rápidamente el músico- he sido cruel, la pena me nubló el juicio...

-Me da igual que digas que soy un monstruo terrible, Orfeo -le dijo con una mueca que pretendía ser una sonrisa plácida sin conseguir dar esa sensación en absoluto- Mi reputación no me importa, pero has hecho algo contra alguien que de hecho, me importa mucho.

Orfeo supo en ese mismo momento a lo que se refería. Había hablado de la localización de Perséfone en el mundo, dejando saber donde estaba expuesta ante el posible ataque de Zeus.

-Vengo a cumplir mi promesa. Al parecer mis dones no fueron de tu agrado -el tono jovial y desenfadado no casaba nada con el hecho de que la atmósfera se estuviera congelando a su alrededor- Osea que he venido a retirartelos.

Las palabras flotaron heladas en el ambiente hasta que el músico fue consciente plenamente de ellas, se esperaba la ira del dios siendo fulminado de una vez. Quizás sería condenado al Tártaro y podría con su canto atraer a unos guardias que accediesen a llevar a su Eurídice hasta él. El Tártaro no sería un lugar de castigo si la tenía a ella. Pero Hades no parecía estar pensando en algo tan simple como llevarse su vida con él.

EscondidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora