Escondida

69. Epilogo: el enamorado aterrado

Primer epílogo en exclusiva para los Wattys, por favor, si os gusta apoyadme dándole a like y comentando.

Siempre que había un problema entre los Oneiros acudían primero al mayor de sus hermanos. Si era necesario acudían a su padre, claro, pero todos preferían la diligencia del mayor de todos ellos para arreglar cualquier situación sobre todo cuando la misma necesitaba discreción, como parecía el caso. Realmente era el menos ocupado de todos ellos por su cargo y que tenía a su cuidado solamente los sueños de reyes y cargos ilustres, por lo que la carga de trabajo no era muy grande, por lo que no le importaba ayudar a sus hermano más jóvenes y sin tanta experiencia. 

-Seguro que no es para tanto Nisa, es solamente un sueño, nunca son para tanto -quitó hierro sin mentirle, pues a pesar de las profecías rara vez eran tan influyentes.

-Verás... Es que este se ha enamorado de una diosa -le dijo su hermana con un temor reverente.

Morfeo no pudo evitar suspirar al ver la preocupación de su hermana. Que un mortal tuviese un amorío con una diosa no era de lo más frecuente, aunque pasase, pero que un mortal viese a una diosa y cayese prendado de ella era de lo más común. A muchas de ellas incluso las halagaba. Si era a Afrodita, a la que le pasaba tan frecuentemente que incluso había pisado a alguna vez a gente que le juraba su devoción porque ya se había hecho inmune a escucharlos, hasta le molestaría la parasen para contarle semejante tontería. Pero claro, Nisa era joven y solamente llevaba unas semanas en sus funciones.

-No te rías, ha soñado con ella desnuda, creo que la ha espiado.

Eso cambiaba las cosas otra vez, salvo si era Afrodita a la que le daba igual, claro. Si era una de las diosas vírgenes en teoría debería comunicarselo, aunque le daba pena el pobre mortal que iba a morir por estar en el momento equivocado mientras una diosa tomaba un baño.

-¿Es Atenea? -su hermana negó, dentro de lo malo el mortal tendría suerte- ¿Artemisa? -tenían suerte y eso solamente pasaba de década en década  pero es que claro, Artemisa no es que se bañase mucho más de una vez o dos al año, normalmente estaba ocupada correteando por el campo o buscando a su hermano para eructarle en la cara, pero su hermana también negó- ¡¿Hestia?! -al verla negar de nuevo y agachar la cabeza extendió la mano para que le enseñase el sueño.

-Si haces eso nos van a castigar, a los dos.

-Nis, somos dioses del Inframundo, aquí no nos afecta lo que esos digan a no ser... ¿Han pillado a Hécate corriendo desnuda? Si es eso ni te preocupes, se lo tomará a risa.

-¡Melíone! -gritó exasperada de que su hermano no hiciese caso- Por un momento pensé que podría ser Macaria, mi corazón esperaba que fuese Macaria... Pero por mucho que se parezcan la manera de absorber el color a su alrededor es inconfundible. Quiero decir, ya sé que es muy hermosa y todo eso, pero ese pobre mortal es idiota, hay que serlo para enamorarse de Melíone... Quiero decir, si eres un mortal, para un dios estaría perfectamente bien y...

-Nis, no pasa nada. Supongo que hablaré con ella.

¿Acaso todos sus hermanos sabían lo que sentía por la princesa del Inframundo? Macaria también lo sabía, apostaría a que los reyes no eran ignorantes de ello. Por suerte Melíone no parecía ser demasiado consciente de ello o directamente le daba igual. Ese era el mejor de los escenarios posibles según calculaba, pues sus intentos de seducción habían acabado siempre con ella enfadada creyendo que se trataba de algún tipo de broma retorcida, cosa que por otro lado después de un siglo de bromas retorcidas era lo más normal del mundo.

Dado que era de día era imposible que estuviera fuera del Inframundo, por lo que buscarla era relativamente más sencillo, descartaba dos reinos. La solución inteligente era preguntar por el paradero del príncipe del Inframundo y guiarse por él, dado que no estaba en los Elíseos seguramente estaba con Plouton.