53. Invocación sorpresa

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Hades tenía el corazón acelerado, había sido invocado de urgencia desde el rito de palmear dos veces el suelo, por lo que se temió lo peor. Reconocería a Perséfone llamándolo en cualquier circunstancia.

Deméter se había llevado a Perséfone con ella hacía ya una semana, siete largos días en los que se había dedicado a continuar con sus tareas mientras preparaba la más mágnifica ceremonia de coronación que pudiese idear. Hermes e Iris iban y venían llevando de un novio a otros planes para la coronación y sus respuestas, habría sido más rápido hablarlo en persona, pero paradójicamente estaban tan ocupados que no habían tenido tiempo para verse.

Por eso cuando sintió la llamada de Perséfone ni siquiera cogió en carro, fue directamente invocado y allí apareció, tratando de ser discreto pues no sabía si había enemigos que la pudieran poner en riesgo al ver ayuda. El único ser que se encontró por las cercanías era a la propia Perséfone, no le dio ni tiempo a preguntar que ocurría.

Había estado eligiendo ropas tanto para la ceremonia nupcial como para la posterior coronación. Afrodita, por lo que él sabía, había ido a luchar porque se respetasen los gustos de Perséfone que estaría haciendo lo mismo en ese momento. Como no podía ir en persona le había mandado a Eros, por lo que se encontró con el comité de elección formado por Hécate, Eros y Hermes. Al darse cuenta de que había dejado a Eros y Hermes eligiendo algo y que podían hacer algo que hasta a la diosa del amor y el deseo sexual le pareciese demasiado ante la pasividad de Hécate, Afrodita le pidió a Hestia que bajase también como asesora.

Lo cierto es que Hestia había funcionado muy bien, tan bien que incluso Hermes se había aburrido al no poder convertir otra prueba de vestuario en un festín para la vista y había ido a curiosear sobre la novia.

La novia se encontraba mortalmente aburrida en una esquina mientras su madre y Afrodita se peleaban por la elección de vestuario. Mientras las escuchaba Perséfone ya había dado esa prueba por perdida y se había decidido a hacerlo otro día, invitando en esa ocasión a Dionisio. Se fiaba de su gusto más que del de nadie en cuestiones de vestuario y seguro que era más divertido y hasta menos problemático.

Hermes le vino muy bien, sobre todo para intentar sonsacarle que iba a llevar Hades, aunque finalmente el mensajero le dijo que al no haber conseguido ver mucha piel en esa ocasión se había aburrido, Hestia era adorable pero corría el riesgo de dormir más que tirándose en plancha encima de Hipnos.

Al final, mientras Afrodita y Deméter se dedicaban a lanzarse verbalmente dagas envenenadas por el gusto en el vestir, Perséfone y Hermes se dedicaron a especular y soñar despiertos con el vestuario que les gustaría ver lucir a Hades. La conversación se desvió a como lucía todo tan bien por su propio cuerpo. Un rato más tarde estaban hablando de Hades sin hablar de ropas en ningún aspecto.

Cuando vio a su madre salir indignada y a Afrodita desaparecer supo que tenía que hacer, por lo que le pidió, o más bien ordenó a Hermes que se fuese y salió corriendo hasta las profundidades del bosque cercano aprovechando que las ninfas que la custodiaban se habían ido tras su irritada madre intentando desesperadamente apaciguarla.

Y ahí estaba Hades, que había salido corriendo dejando en la estacada a Hestia y Eros aunque con ya un atuendo decidido, con el corazón lleno de preocupación por ella para verse empujado contra un árbol con su prometida en brazos. Tardó poco en darse cuenta de que estaba pasando y menos aún en devolverle los besos que le estaba propinando.

-No sé cuanto tiempo tenemos -le dijo Perséfone entre besos mientras le indicaba que se tendiente sobre el suelo y volvía a colocarse encima de él- Pero sé que quedan tres semanas sin ti aun y me estoy volviendo loca.

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