21. Monito

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No había dormido mucho, pero a pesar de los nervios las horas de sueño habían sido alegres. Ese día no tenía nada que reprocharle a Hipnos, aunque esperaba que no los hubiese visto, al menos él decía que ni se le ocurría mirar por no encontrar más a Hades con poca ropa. Se despertó con una sonrisa radiante.

Incluso entre sus sábanas habían crecido flores, cosa que no le había pasado desde que llegó. Perséfone había dado vueltas nerviosas pero alegres por la cama hasta dormirse. Hades había estado a punto de besarla. O más bien ella a Hades y él no había hecho nada para pararlo, incluso parecía desearlo tanto como ella. No sabía como reaccionaría a ella la mañana siguiente, pero ardía en deseos por descubrirlo.

Llamó a una de las criadas que la ayudó a trenzarse los cabellos de una manera que no era capaz de hacerlo sola, quería parecer más madura y atractiva. Incluso insertó flores especialmente inspiradas en sus cabellos más allá de la sencilla corona de flores que solía llevar. No sabía si llevar rosas blancas de Afrodita en el cabello sería algo muy poco sutil, pero le añadió unas cuantas.

La primera decepción fue no encontrárselo en el desayuno. Tampoco apareció Hipnos, solamente Hécate con cara de haber pasado toda la noche arreglando las gestione para que Orfeo se marchase, por lo que no estaba de humor conversador. A mitad de la comida le llegó una nota que le indicaba que podía moverse libremente entre el palacio y los Elíseos, que incluso podía coger un carro si lo deseaba (que no fuese el suyo personal, pues sus caballos eran demasiado briosos para una conductora sin experiencia, para ello tendría permiso cuando consideraba que no era un peligro para la integridad del reino) pero que cogiese a un siervo por la seguridad de ella y tranquilidad de él. Se alegraba tener la libertad de movimiento, pero no pensaba usarla hasta que hablase con él.

Pensó en entretenerse sola paseando por los rincones de palacio, pero a media mañana se aburrió y pensó en ir a visitarlo a los tribunales. Al llegar se encontró decepcionada con los tres jueces en solitario. A pesar de la decepción se alegró de ver como nadie había retirado del lugar su impresionante nuevo asiento, como si se esperase que lo usase frecuentemente.

Tarareando mientras se mecía al ritmo de la música que ella misma creaba fue creando un rastro vegetal en el corazón del palacio del Hades. No podía ser tan difícil de encontrar, pero para su desgracia se encontró antes con alguien que no deseaba encontrar.

Menta se cruzó en su camino, y si bien Perséfone no habría querido ser descubierta mientras se comportaba de esa manera la ninfa tampoco parecía feliz de verla. Aún así se saludaron con cortesía fría, aunque la ninfa no tardó en referirle triunfal su cita para comer con el señor del lugar en sus aposentos privados. No había que tener la mente especialmente perversa para ver que la ninfa tenía hambre de otras cosas más que de comida. Con una encantadora sonrisa Perséfone se ofreció unirse en la búsqueda con la esperanza ya no de hablar con él, pero al menos de molestarla a ella.

-Mi señora traedora de caos y trigo y mi señora ninfa –les respondió un sirviente fantasmal- sé donde se encuentra mi señor. Está en sus habitaciones privadas desde muy temprano con  -a pesar de que no debería ser posible, el fantasma pareció sonrojado- con la señora más hermosa que mis humildes ojos han visto en vida y después de la misma.

Ambas pensaron en lo peor, aunque de maneras distintas y ahondaron en ello al escuchar los ruidos. Risitas femeninas y las risas de Hades mezcladas, el ruido de una cama moviéndose con vigor.

Perséfone iba a salir sin mirar atrás, pero se dio cuenta de que la ninfa iba a abrir con aire indignado y decidió que bueno, ya que iba a hacerlo otra podía quedarse a mirar los resultados, aunque presentaba reparos.

Lo primero que se encontraron fue a Hades a penas cubierto con una liviana tela enrollada alrededor de sus caderas y lo segundo a una belleza impactante. Tanto que casi pasaron por alto a la niña que estaba saltando en el enorme lecho de Hades mientras se reía.

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