26. Estigia

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Perséfone guió a su madre por el mismo lugar por el que había ido cuando fueron a la audiencia de Orfeo junto a Hécate. La sala de los juicios estaba cerrada desde los Asfocelos, cosa que rara vez ocurría, quizás los siervos más antiguos lo habían visto una vez. Claro, ese día iba a ser el día de los eventos extraordinarios no solamente en el Inframundo, sino en todo el Cosmos.

Todos los dioses del Olimpo estaban reunidos en la misma sala en la que se decidían los destinos de los humanos en la otra vida. La mayoría ya habían ido alguna vez al Inframundo, ya fuese como parte de algún incidente o para pedirle un favor a Hades, pues era más fácil ir a buscarle que invocarlo y que hiciera algún caso. Lo que nunca había ocurrido con anterioridad es que él invocase a nadie, mucho menos a todos a la vez. El orgullo les pudo menos que la curiosidad y acudieron raudos.

-Creo que ya hemos llegado todos, por lo que es un buen momento para empezar -Hades estaba portando su atuendo formal de guerrero y rey, teniendo el yelmo a mano dejando claro que les había llamado como rey y no como pariente ni compañero- Pasad y comenzaremos.

Hécate las guío a los asientos con los demás, pero a Perséfone le señaló su magnífico asiento de diamantes al lado del trono de Hades. Aunque en la cara de Deméter se notaba una protesta no pronunciada tuvo el suficiente sentido común como para acallarla y sentarse junto a Hécate sin decir nada.

-Hace unas semanas la Señora de la Naturaleza Deméter me solicitó ayuda. Un oráculo tuvo la terrible visión de que su hija sería violada por otro dios, por eso lleva como mi invitada y protegida de este reino desde entonces.

Perséfone se fijó en las expresiones de todos desde su trono. Incluso Zeus parecía menos aterrador cuando estaba al lado de Hades. Seguro que era igual de poderoso que antes, pero desde ese lugar no lo era tanto. Por primera vez entendió lo que era de verdad el poder, no como algo abstracto, sino la capacidad de mirar a Zeus y no tener miedo.

-Eso es interesante y todo eso, pero sigo sin saber porque nos has llamado colega -le dijo Dionisio muy acomodado, más de lo que pudiese parecer posible en esos asientos, desde su lugar.

-Un juramento por el río Estigia -le contestó Hades con simpleza, pero causando un gran revuelo ante sus palabras.

Un juramento por el río Estigia era un juramento inquebrantable, tanto para humanos como para los propios dioses. El castigo era inevitable si se rompía y se decía justificadamente que era peor que la propia muerte. A pesar del poder de los seres que estaban en esa sala era inconmensurable había misterios como ese mucho más antiguos que ellos e incluso que sus predecesores. Era una solución lógica, sino fuese porque pedir un juramento era mostrar una falta total y absoluta de confianza en ellos.

Las diosas del Olimpo no parecieron muy afectadas, Hestia pareció aprobarlo, Deméter obviamente lo hacía, Atenea y Artemisa parecían indiferentes. Solamente Hera pareció afectada de alguna manera. Su rictus se tensó totalmente, la diosa conocía sobradamente a su marido como para verse venir una nueva traición de lejos.

-Es una solución justa y brillante, no esperaba nada menos de ti -Hera dio su consentimiento como reina de los dioses con una sonrisa complacida, más por la cara de su marido que porque realmente a estas alturas le importase lo que hacía o dejaba de hacer y mucho menos por lo que pudiera pasarle a una hija de otra diosa.

Entre los dioses la cosa muy era diferente pues eran ellos los que habían sido puestos sobre sospecha.

Dionisio no pareció muy afectado, estaba tranquilo como quien se sabe inocente de todos los cargos, respetaba a las mujeres lo suficiente como para no ir forzando a ninguna. Hermes sabía a que venía todo, por lo que simplemente esperaba entretenido a ver el desarrollo de los acontecimientos. Ares iba a protestar por su honor mancillado, pero Afrodita lo frenó en seco con una mirada que prometía una explicación más tarde, la aceptó sabiendo el enorme amor que la diosa profesaba hacia su sobrino favorito. Los únicos que se creían directamente señalados por esa acusación fueron Apolo, Hefesto, Poseidón y Zeus.

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