Las memorias compartidas resultaron ser algo tremendamente terapéutico para ambos, Hades no se había imaginado lo fácil que podría serle hablar de Leuce cuando hasta hace bien poco a penas y podía pensar en ella sin verse inundado por la pena. Los recuerdos con ella eran dulces, y compartirlos con la diosa de las flores parecían honrarla en lugar de regodearse en dicha tristeza. Su tiempo con Leuce había sido alegre, por fin esa alegría en sus recuerdos se manifestaba más poderosamente que la tristeza por su perdida.Después de un par de anécdotas más la diosa había acabado por recordarla con más claridad. Era la ninfa más pálida que había visto nunca, aunque Hades le aclaró que ya era albina desde antes de conocerlo, así que vivir en el Inframundo era solamente un detalle circunstancial y no la causa de su peculiar tez y color de cabellos, de hecho el hecho de llamarme Leuce (blanca) venía de su peculiar color.
Recordaba a la amable albina escucharla soltar sus interminables peroratas infantiles con una sonrisa, escuchándola e incluso conversando con ella como si fuese una adulta en lugar de tratarla con la típica condescendencia con la que los adultos tratan a los niños. Le caía muy bien pero su mente infantil estaba más ocupada viendo al misterioso acompañante de la adorable ninfa. Viéndolo en retrospectiva no le extrañaba que la tratase al principio como a una niña caprichosa, pues se había dedicado a ser una con él.
-Recuerdo como le gustaban las flores de las que te hice la corona, aunque no imaginé que era por reírse de ti con ellas sino porque... Bueno, siempre he pensado que las flores que hago son especialmente hermosas.
-Ah, no te confundas, las adoraba, pero no dejaba de reírse al verme soltar flores enredadas entre mis cabellos. Las guardaba después, por eso no me permitía matarlas para que fuesen más fáciles de desprender, por mucho que eso significase pasarme horas deshaciendo el enredo. Quiso plantarlas en los Elíseos, pero no funcionó.
-Yo lo haré -dijo ella emocionada- un enorme campo de sus flores favoritas rodeando su árbol. Si no me excedo en los cambios, claro -titubeó.
-A ella le habría encantado -le dijo- y a mi también me encanta la idea. Podría llevarte mañana de vuelta a tu palacio, debes estar aburrida de estar aquí.
La sutileza de echarla se agradecía, pero era alejarla igualmente. No dijo nada, tenía derecho a devolverla a donde se suponía que debía estar en lugar de enredando con total impunidad dentro de su hogar. No podía pedirle que la dejase quedarse ahí, demasiado hacía ya por ella sin obligación ninguna.
-Por supuesto puedes venir siempre que quieras, mantendremos esta estancia para ti para siempre que desees venir -a la diosa le costó reprimir un saltito de entusiasmo- Pero en esta época siempre muere más gente y suelo estar más ocupado, por lo que me siento un mal anfitrión al tenerte deambulando sola por el palacio.
Ella se apresuró a decirle que le encantaba el palacio, y que se estaba llevado bien con Hipnos y le gustaba encontrarse con Hécate casualmente, además de que aprender a orientarse por esos pasillos era divertido a su manera, sobre todo porque sabía que si realmente se perdía podía contar con él para encontrarla. Pero que los Campos Elíseos eran encantadores y le había tomado mucho cariño a Dorcas, osea que tampoco le disgustaba volver.
Al cabo de un rato reunió el valor de preguntarle por el tema de los castigos, le dijo que los jueces llevaban un registro de ellos, por si estaba interesada, pero que los más famosos ya los había visto el primer día que la llevo de paseo, que podían volver si estaba interesada en ver como funcionaba de verdad el Tartaro. Estaba emocionada por la idea de volver a hacer una excursión con él, si bien puede que él confundirse su entusiasmo por él por el entusiasmo por la justicia y se puso a hablarle de los juicios del día siguiente. La verdad es que a más conocía del tema más le interesaba realmente.

ESTÁS LEYENDO
Escondida
ФэнтезиCuando el mismísimo Zeus quiere raptar a tu hija la esconderías donde fuese. Incluso en el Inframundo. Deméter pide a Hades ayuda, él acepta porque total, solamente será meter a una cría en los Campos Elíseos, ¿qué problema puede dar la tal Perséfon...