19. Eres dulce y generoso (aunque Hipnos diga lo contrario)

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No había visto a Hades verdaderamente enfadado hasta ese momento. La canción le había afectado, pero fue algo que pasó después lo que le hizo saltar así.

Hécate había salido corriendo detrás de él. Desde que la conocía no había visto a Hécate nunca no solamente correr, sino aligerar el paso, así que eso la hizo preocuparse aún más.
Orfeo miraba expectante a la diosa de la primavera, como si ella fuese a ser capaz de aclararle que acababa de pasar ahí. A ella también le gustaría saberlo, la verdad, pero no quería reconocer que sabía menos que él.

-Seguro que en un rato lo tienen todo arreglado, todo el mundo aquí es muy eficiente -intentó darle conversación Perséfone, nerviosa ya de escuchar solamente un rasgueo intermitente de la lira.

No es que tuviese mucho éxito con eso, además de estar preocupada por la manera en la que se había ido Hades... No pudo evitar pensar en que la canción le había recordado a Leuce y por ello le había hecho daño. Tenía ganas de ir a buscarle, pero es que ya lo había hecho Hécate y ella a su vez lo había dejado al cargo de Orfeo, para una tarea que le pedían no iba a hacerla mal. Si estaba afectado quería comprobarlo y hablar con él, seguramente necesitaba una amiga. Claro que precisamente eso es lo que era Hécate, su amiga más cercana y se suponía que la mejor para esa tarea.

-¿Crees que el señor del Inframundo me concederá mi petición? -rompió su silencio por fin Orfeo, pasando de la desolación a la desolación acongojada- Parece terrible, y desde luego estaba enfadado.

-Seguro que encontrará la manera de ayudarte -trató de animarle ella, y por encima de eso de hablar bien de Hades- Es muy justo y bondadoso, sé que puede parecer terrible, pero no lo es más que cualquier otro dios. En realidad, mucho más justo y preocupado por la humanidad que la mayoría de los dioses, no has podido caer en mejores manos, si lo piensas seguro que otro no te habría escuchado y...

-Con todo el respeto sagrada Koré, no sé si su amante es la persona de la que más fiarme para juzgarlo.

Ese momento fue uno en el que Perséfone estuvo agradecida de su inmortalidad, pues estaba segura que su sonrojo llegó a tal extremo que su circulación se habría resentido gravemente y habría muerto si fuera una mortal. O eso pensaba, después de todo entendía de plantas, no de animales.

-No soy su amante, soy su invitada. No tenemos nada. No...

-Os creo mi señora, tranquila. Osea que lo amáis pero no sois correspondida -al ver la cara de pánico absoluto de Perséfone supo que había acertado y que sus modales habían dejado mucho que desear- Perdón, no soy yo mismo desde que mi mujer murió. No debí decir eso, pero mi alma de artista es sensible ante el amor, y sois distinta a cuando os conocí, no es difícil deducir que os ha cambiado el amor. Además, la voz os cambia cuando habláis de él y vuestra expresión es evidente al mirarlo.

Perséfone se mordió el labio, sabiéndose descubierta. Miró a su alrededor comprobando que seguían estando solos, lo único que le faltaba es que Hades se enterase de sus sentimientos así por culpa de Orfeo, más cuando seguramente estaba inmerso en su propio dolor.

-Sí, lo amo, pero no tiene nada que ver con eso que este aquí. Zeus me estaba persiguiendo y Hades ha aceptado esconderme una temporada bajo su tutela a cambio de nada, solamente porque le parecía injusto dejarme a su merced -quizás no debería haberlo dicho, pero le frustraba que la gente pensase mal de Hades- Se juega mucho por alguien por quien verdaderamente no tiene ninguna obligación.

-Si lo decías así, debe ser un dios justo y generoso. No muchos se arriesgarían por alguien así, y mucho menos le harían semejante regalo como el que acabo de presenciar... Os creo, hace todo eso sin amaros, desde luego -dijo con cierto humor, lo cual era un cambio refrescante en su emoción mortecina perenne desde que había llegado.

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