61. Lazos irrompibles

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El cambio fue tan brusco que tardó unos segundos en procesarlo. Segundos antes estaba mirando a todos mientras tragaba la fruta con la cálida mano de su esposo el hombro y acto seguido todo estaba frio y todo el mundo era una estatua. Eran exactamente iguales, pero su hieratismo y su total ausencia de vida los convertía en replicas perfectas, pero no en los reales.

El único cambio en el escenario eran las raíces, todos parecían estar atrapados en mayor o menos medida por ellas. Antes de darse cuenta estaba siendo rodeada por otras raíces, no eran algo estático, estaban vivas y parecían ir a por ella. En un acto reflejo se cubrió y se dio cuenta de que las raíces se paraban a su voluntad. Eso era no raro, pero sí poco frecuente. Aunque podía controlar las plantas normalmente eso no involucraba moverlas.

Miles de murmullos sonaron a la vez, tratando de coordinarse mientras la raíz volvía a acercarse a ella. Se volvió a fijar, esta vez con más cuidado, de que parecía que salía desde su trono. Las voces se pusieron de acuerdo y pasaron a hablar a la vez y de una manera prácticamente coordinada.

-Dadora de muerte, nuestra señora, por fin con nos, no nos temas.

Mirando a su alrededor tratando de localizar algo que le diese una pista sobre las voces se dio cuenta de que las raíces que envolvían a la efigie de Hades lo hacían de manera protectora.

-Nunca le haríamos daño al rey, nos quiere y lo amamos de vuelta. Amamos a nuestra reina y lo único que queremos ahora que está ligada a nos es que nos ame de vuelta. ¿Podría nuestra reina amar a nos?

Se dio cuenta de que no era una voz solamente. Había sido nombrada reina solamente por ser la esposa de Hades y estaba más que dispuesta a ayudarla en sus labores de impartir justicia, pero peso de lo que significaba le cayó encima. El Inframundo era un reino antiguo y misterioso, era mucho más que simplemente el deber de la justicia. Funcionaba de diversas formas y aun no las conocía, de hecho dudaba que Hécate lo hiciese.

Con cuidado extendió una mano hacia la raíz que avanzaba tímidamente hacía ella, cosa que pareció animar a la planta, pues se acercó a más velocidad. Al tocarla se dio cuenta de que estaba llena de energía, alguna era conocida y otra le era totalmente nueva. En el Inframundo era en donde tarde o temprano todo convergía, el mayor punto de encuentro de los tres reinos. Para que algo fuese perfecto tenía que acabar primero y esta era la tierra de los finales.

-Creo que ya lo hago, aunque estaba demasiado deslumbrada por el rey de está tierra como para darme cuenta.

Las voces emitieron ruidos de regocijo y Perséfone se encontró sonriendo también.

-Nuestra reina nos ama y nos amamos a nuestra reina. Amaremos a los frutos que nos dé, pues son el amor de nuestro amado y nuestra amada y concentraremos el poder de nos en ellos. Nos ya amamos al fruto que nuestra Dadora ya carga aunque no fuese hecha en el Inframundo, nos sentimos la conexión.

Perséfone se giró automáticamente a la efigie de su marido y lo supo. El día en el bosque, el resto de las veces habían sido en el Inframundo y se suponía que nada estaba permitido crecer allí. Una oleada de pensamientos terrorificos la invadió, nada crece en el Inframundo.

-Dadora, no tengas miedo, nos no queremos hacerle daño. Todas las raíces de todo lo que crece están en nos, reina nuestra.

La raíz se posó en su vientre aparentemente vació con infinito cuidado y la futura madre supo que nada malo pasaría en su reino, que de verdad serían amados con la misma certeza que supo los sentimientos de Hades tras su primer beso.

Supo que era hora de despedirse, pero no sabía como decirlo.

-Dadora, siempre que estéis en el reino sabremos que nos somos amados. No debes preocuparte, ahora mismo el rey sabe donde estás, pero quiere que vuelvas al plano. Nos estaremos siempre contigo.

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