5. Un paseo matutino

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Los pensamientos amargos solamente le habían dado una cosa, sueños amargos a juego. No estaba hecha todavía a dormir en esa cama extraña, pero no había sido ningún problema las noches anteriores en las que yació como un muerto y se despertó totalmente descansada, así que decidió quitarse esa actitud con un alegre paseo mañanero.

Se pasó por la cocina para comer algo de los alimentos del exterior traídos específicamente para ella dado que tenía prohibido comer del Inframundo, por suerte todo lo que habían llevado hacía que ni se sintiese tentada a probar otra cosa, habían llevado y seguían llegando a diario más deliciosos manjares de los que nunca podría consumir. Dorcas la sirvió con afecto, la había perdonado con rapidez a pesar del susto que les dio al escaparse y se pasó un rato conversando sobre cosas sin importancia con ella, su paseo madrugador se había convertido en uno a pleno día entre la agradable conversación de su dama de compañía y la comida. No es como si fuese muy distinto en los Elíseos realmente, ni los cambios de temperatura y luz eran especialmente fuertes como en el exterior y había más o menos el mismo transito por la zona, aunque fuese a plena noche te podías encontrar a gente deambulando relajadamente.

No había pasado demasiado tiempo paseando por los hermosos lugares a los que iban las almas justas desde que llegó, había pasado demasiado tiempo queriendo curiosear por las partes que se suponía que no tenía que ver y se había perdido lo que tenía delante. Era hermoso, incluso para su duro criterio juzgando la belleza de la vegetación como diosa de la primavera. Los habitantes parecían satisfechos y felices, habían sido gentes justas y amables en vida y no habían cambiado mucho al morir y encontrar ese paraíso. Estaba bien, no necesitaba seguir viendo otras partes del reino y mucho menos seguir molestando a su monarca para ello. Los Campos eran enormes y podría pasar años recorriéndolos sin terminar de verlos realmente, no creía ni deseaba que su escondite tuviese que durar tanto tiempo.

Para regocijo de los que pasaban por la zona, hizo florecer aun más unos arboles frutales y adelantar la cosecha de varios frutos. No sabía si estaba bien hacer eso, casi llama a Hades para preguntarle, ¿Cómo podía haberse acostumbrado en tan poco tiempo a llamar con tanta confianza al infame señor de esas tierras? Estaría ocupado, tenía cosas más importantes que hacer y solamente hacía un día -ni siquiera un día completo, se podía decir que unas horas- que lo había visto. Quería verlo otra vez y tener conocimiento de ello no la hizo precisamente feliz. No quería aferrarse a una persona que estaba junto a ella por obligación.

Estaba perdida en sus pensamientos nada alagueños cuando un árbol le llamó la atención, no parecía a primera vista un árbol especial, pero destacaba extrañamente. Aunque estaba en un lugar privilegiado al lado de una estatua de una hermosa dama y unos bancos, era como un álamo cualquiera que hubiese visto antes, pero los álamos normales no daban esa sensación de nostalgia que este le transmitía. El lugar estaba impregnado de cierta felicidad pasada, mezclada con tristeza por ser algo pasado y un enorme cariño; dado que los árboles no tenían sentimientos todo eso venía impregnado por alguien que fuese mucho a ese lugar. Todo el lugar le cantaba sobre despedidas, anocheceres y a muchos recuerdos.
Quiso hacer algo bueno por alguien con unos sentimientos tan cálidos y puros como aquellos, por lo que pensó en hacer florecer algo bonito alrededor del árbol, tan solo pondría su mano sobre el tronco y se dejaría llevar inspirada por todo lo que le llegaba.

Su mano nunca llegó a tocar el tronco, pues sobre su muñeca se cernió con firmeza pero delicadamente otra mano que la alejó de ahí sin hacerle daño pero sin ceder. Se dio cuenta de que los sentimientos del lugar provenían del recién llegado.

-Te ruego que la dejes como está -la voz de Hades tenía un sabor agridulce, no la miraba a ella, si no al árbol.

-Solamente quería hacer algo bonito por el lugar, no quería importunar.

Con un movimiento de muñeca el dios le dejo ver que no le daba importancia, se sentó en uno de los bancos y la invitó a sentarse con ella. No parecía molesto, estaba más en paz de lo que lo había visto nunca. Ambos sabían que debían hablar de la situación con Menta, pero Perséfone no quería interrumpir a su anfitrión que parecía tan relajado en ese lugar.

-Ya he hablado con Menta sobre ayer, no dirá nada, no debes preocuparte por ello.

La diosa no sabía si era tan transparente o es que le podía leer la mente. Si era lo segundo se iba a comenzar terriblemente mortificada.

-He hablado con Dorcas antes de venir aquí, me ha dicho que algo te tenía preocupada, por lo que he venido a contártelo antes de que la angustia te sofocase y perdieses la sensatez.

¿Acababa de bromear con ella? El dios de la tierra de los muertos le acababa de hacer un comentario gracioso. No se habría sorprendido más si su madre hubiese aparecido en escena diciendo que iba a ocupar la forja de Hefesto. Bueno, eso la habría sorprendido más, para que mentir. Pero sorpresas como esa eran algo agradable de descubrir.

-Oh, desde luego ha sido un acto terriblemente generoso por tu parte -le réplico con un tono de exagerada y burlona servidumbre- ¿Cómo me ha encontrado su majestad?

Hades no le contestó, simplemente señaló el camino de flores que había desde donde estaba. Quizás se había entusiasmado un poco de más con lo de hacer unos pequeños confortables cambios en la vegetación para la gente que vivía en el lugar.

-Es un añadido hermoso, todas las contribuciones de este tipo son agradecidas en los Campos -la estaba mirando sonriendo, lo cual hizo que la diosa se sintiese especialmente creativa en ese mismo momento- Quedan bien, aunque por favor, déjala a ella como está.

-¿Ese árbol fue una persona?

De nuevo no le contestó con palabras, si no señalando. Esta vez la hermosa estatua que había junto al árbol. En su base había una placa con un nombre grabado, "Leuce". No le dio tiempo a preguntar, el dios ya se había levantado y le pedía que la acompañase.

-Menta ha comprendido perfectamente la situación, como ninfa no puede entender mejor tu situación con Zeus -las ninfas eran por desgracia expertas en sufrir abusos- No dirá nada, solamente me ha pedido un favor insignificante dado que para evitar la tentación de hablar no va a salir del Inframundo hasta que lo hagas tu.

-¿Y ese favor es...?

-Compañía de cuando en cuando. Los espíritus no son que se diga la mejor de las compañías y al final la soledad le aburre.

-Me parece muy razonable -no le había caído bien, pero una visita no le haría daño- Podré visitarla y hacer una amiga aquí dentro.

Podría haberla dejado en su error y dejar que afrontase la humillación al descubrir la verdad, quizás no habría sentido tanta vergüenza delante de la ninfa como con él.

-Eso no será necesario, puesto que no tiene interés ninguno en verte a ti... La compañía que pide es la mía. 

Tenía lógica, claro. Estaba segura de que era su amante y lo normal es que le pidiese tiempo a él para recuperar una relación que parecía muerta, no a la diosa de la primavera que no tenía nada que ver en eso. Vale que para algunas ninfas acercarse a ella era sinónimo de poder, pero una ninfa del Inframundo se vería muy poco beneficiada de su influencia.

-Ahora debemos irnos, tu madre quiere hablar contigo esta noche y me temo que no puede ser aquí. Dorcas está recogiendo lo necesario para que pases la noche fuera de tu palacio.

-¿A dónde vamos? -le siguió, curiosa y aprovechando eso para desviar el rumbo de sus pensamientos.

-Al mio. Has conocido una buena parte de mi reino, pero todavía no has visto el centro.

No podría haber dicho nada mejor para que sus pensamientos funestos fueran olvidados, ver el palacio de Hades era algo que deseaba hacer pero que no sabía como pedir. No solamente era la residencia del monarca, sino que también era el lugar donde estaba la sala en la que se juzgaba a los difuntos y muchas cosas más. Además, hacia días que no veía a su madre, no solían estar nunca tanto tiempo separadas y tenía ganas de hablarle.

-Debes cubrirte hoy para salir, vas a ir a palacio donde sé quien entra en cada momento, pero de los Elíseos hasta allí puedes encontrarte hoy con Hermes. Me debe lealtad, pero también a Zeus y posiblemente hablaría en caso de ser interrogado.

Esa advertencia le hizo recordar el peligro constante sobre su cabeza, no estaba del todo segura hasta que el maldito Zeus encontrase otro objetivo. Por muy segura que se sintiese con Hades no lo estaba todavía.

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