41. Frustración

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Gracias por el apoyo en los comentarios, de verdad me ayudan a continuar. Espero que este capítulo os guste!

La diosa de la primavera sabía que aprender a controlar sus poderes era un asunto de vital importancia. El control siempre era algo importante para todos los seres, pero para los dioses lo era aun más al ser más catastróficas las consecuencias. Y puede que algún día se dedicase a cultivar el arte del autodominio, pero esa no era la ocasión.

Estaban solos, sabía que la amaba y por muy inexperta que fuese, notaba que se había acicalado para resultarle más atractivo. Lo había conseguido sobradamente, lo encontraría atractivo con absolutamente cualquier cosa, pero estaba...Comestible. No pudo resistirse a besarlo, aunque fuese un roce en los labios. No se engañó mucho tiempo, un simple roce no era suficiente, necesitaba invadir su boca y él se mostró encantado de colaborar. Su amado siempre tan dulce resultaba delicioso contra su lengua. Se sintió confiada para dejar de nuevo a sus manos vagar por la piel que quedaba maravillosamente expuesta y tan bien contrastaba con la tela de la ropa. Con una risita victoriosa se dio cuenta de que por fin podría tocar el trasero que tanto había admirado, aunque no pudo hacerlo mucho tiempo.

La bajó del carro sin dejar de besarla y ella agradeció como nunca que la falda de su túnica le permitiese una gran movilidad, al menos para subir las piernas hasta rodearle las caderas con ellas. A pesar de su inocencia sabía perfectamente que era el bulto que sintió al poner en contacto las caderas aun a través de la ropa. Esa presión y los besos de Hades bajando por el cuello la estaban conduciendo a una deliciosa locura. Estaba totalmente en vilo siendo sujetada por el trasero mientras seguía rodeándolo por las caderas, el beso estaba totalmente descontrolado, pero no le importaba.

-Mi vida, mi Perséfone -gruñó él contra su cuello de manera ronca, haciendo reverberar la piel más cercana de una manera encantadora- Se supone que has venido a aprender y no a que me aproveche de ti, menos en mitad de un bosque de muerte...

-Puedo aprender más tarde -ronroneó ella colando la mano por la tela de su túnica y acariciando directamente su espalda- Y si el problema es el lugar, enseñame en tu habitación.

Con sumo cuidado mientras lanzaba un suspiro risueño pero que sabia a frustración la dejó en el suelo, para acto seguido abrazarla y darte tres besos en el cuero cabelludo cargados de afecto.

-No me tientes, ya me siento bastante mal por atreverme a tocarte sin derecho a ello -se alejó de ella un poco a pesar de las protestas y de los "yo tengo mis derechos sobre mi y te los otorgo" que le gritaba la diosa- Tienes que comprender como funciona esto, por tu propia seguridad y la de los demás.

Una vez le dijo eso respiró profundamente, era el último juez, un campeón de la Titanomaquía, era famoso por su contención y frialdad. Le costaba mucho recordarlo en ese momento, con la voz de su lujuría dominando su cuerpo tan a sus anchas. Usó la ventaja de la estatura para que su vista vagase por encima de ella cuando empezó a hablar.

-Ambos somos dioses terrestres y nuestros poderes, los ctónicos, son parecidos, la diferencia es la profundidad a la que funcionan -señaló a los árboles de aspecto moribundo- están los intermedios, por supuesto. Por ejemplo, Dionisio se maneja con la resurrección y todo lo salvaje e indómito. Hécate es la señora de los cruces de caminos, los cambios, intermedios... Siempre se vinculan en mayor o menor medida al Inframundo. Simplemente te has vinculado más que nadie al ser tu poder también más fuerte.

La había llevado allí con un objetivo. El bosque estaba medio muerto, no era igual que robar la vida y volver a implantarla de manera exuberante como era su costumbre, había que ser delicado. Tener que llegar a afinar sus habilidades le vendría bien para ser totalmente consciente de su uso. Mientras ella robaba la vida para volver a implantarla (a veces de la misma manera, otras concentrando la vida que le quedaba al bosque concentrándola en unas pocas) él se aseguraba que de canalizar el poder de su reino no se le fuera de las manos y evitar posibles accidentes. Le sorprendía lo poco que parecía costarle a la diosa de la primavera tener una unión armónica con el reino de los muertos, sería una reina insuperable. Gruñó para si mismo ante ese pensamiento, había dicho que no le pediría matrimonio y no lo haría. Se regañó mentalmente diciéndose que negarse a Perséfone se le daba realmente mal.

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