Madre e hijo.

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Luego del tranquilo día que pasé con los chicos en el restaurant, cada uno volvía a su hogar.

Abbacchio tenía su propia casa a unas calles de dónde vivimos Bruno y yo, por otra parte, el idiota de Fugo vivía en un departamento a una media hora de nosotros.

-Que aburrido separarnos del resto, me hubiera gustado ver como papá Abba seguía regañando a Fugo por golpearme-

-Narancia te he dicho que no pruebes los límites de Fugo, es un chico que debe mantenerse tranquilo-

-Vamos, incluso tú te reías-

-... Pero que sea un secreto entre los dos- Sonrió.

Caminamos juntos hasta la casa en la que volví a vivir. No literalmente, pero sentía que estando con él podría ser feliz otra vez; y así era.

El lugar era un poco más grande de lo normal, Bruno no se daba muchos lujos a pesar de poder dárselos, supongo que es porque gasta todo en ropa y zapatos caros. Las paredes tenían un color naranja claro, casi blanco, decía que así había un poco de ambos y podría sentirme como en casa, una que ahora también me pertenecía. Siguiendo con el tour: hay algunos cuadros del mar que Bruno suele mirar por horas, no he querido preguntarle porqué le gustan tanto, pero por su rostro triste y a veces feliz debe ser como las flores de Azahar para mi. Su habitación es un misterio, dice que lo más importante es la confíanza pero que el respeto a la privacidad lo es aún más, aunque creo que en pocas palabras no quiere que le quite sus trabas para el pelo como solía hacer antes de que me comprara unas para mi. Y luego está mi habitación, como siempre esta desordenada Bruno viene cada tres días a regañarme y a decirme que ordene mi desastre antes que tenga que acudir a Fugo, sí, tiempo después de que los conocí Bruno me amenaza con él, dice que si no hago los deberes tendrá que usar la fuerza bruta, pero que no ensuciaría sus manos en el proceso.

Al llegar Bruno puso las llaves y encendió la luz dirigiéndose directamente a la cocina.

-Prepararé algo de té ¿quieres uno?- Me ofreció cálidamente.

-En realidad, tanta caminata me agotó y me dejó hambriento otra vez- Sobaba mi estómago siguiendo el rastro de Bucciarati.

-Compré unos pastelillos para celebrar tu llegada aquí entre los dos, puedes comerte uno ahora y dejar el resto para tu desayuno- Decía mientras colocaba el agua a hervir y preparaba su té para dormir.

-¡Bueno!- Lo abracé por la espalda.

Colocó su mano sobre las mías y hablo con el tono de voz tranquilo de siempre -Primero anda a cambiarte y luego ven a la mesa, quiero charlar un poco-

-A la orden- Me separé de él y corrí a mi cuarto a cambiarme.

Primero lancé mis zapatos por ahí, luego luché por soltar la cremallera de mi polera y seguí con el pantalón que dejé echo una bola a los pies de mi cama. Mi pijama no era la gran cosa, básicamente eran unos shorts pegados al cuerpo que cubría mi polera grande con una naranja durmiendo.

-Narancia~- Llamó con cariño.

-¡Voy!- me quité los calcetines, y tomé una liga amarrándome el pelo como pude, y como siempre, recurrí a los broches que me regaló para mantener mi flequillo hacia atrás.

A los instantes ya estaba de vuelta en la cocina dónde me esperaba un chocolate caliente y el pastelillo que me prometió.

-¡Gracias!- Me senté rápido para deborar todo.

Bruno me miraba atento mientras tomaba la deliciosa bebida que me había preparado -¿Pasa algo?- Dejé mi taza a un lado.

-Verás, quería hablar de como fue tu estadía en el hospital, más precisamente de las visitas que te hizo Fugo- Habló son vueltas.

Por ti volaré.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora