Padre e hijo: Día 2.

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-Ya es de mañana, levántate- Habló la voz ronca de Abbacchio al irrumpir en la habitación.

-Agh ¿qué hora es?- Me tapé hasta la cabeza.

-Siete y media, tenemos la primera reunión a las diez y la siguiente antes del almuerzo; te prepararé el desayuno así que te vistes después- Al salir dejó la puerta abierta a modo de presión.

-¡Abba!- Grité antes de oír sus pisadas en los escalones de la escalera.

-¿Qué?- Volvió con desgano cruzándose de brazos.

-¿Dónde está el baño? Quisiera arreglarme un poco antes- Me destapé  sintiendo el aire frío de la mañana.

-Sígueme- Gruñó con su frío humor mañanero.

Me sentía algo cansado pero había dormido tan bien que incluso olvidé que teníamos trabajo.

Abba me llevó a su habitación, ésta estaba bien decorada de forma minimalista pero muy elegante -Usa ésto o te enfermarás- Se sacó la sudadera gris oscuro que traía.

-¿Seguro? No quiero molestar-

-Es mi casa niño, tengo más- Me lanzó la prenda mientras él buscaba otra en su clóset.

-Gracias- Reí como un tonto.

-¿Qué es tan gracioso?- Me miró de reojo deteniendo su busqueda.

-Confirmé mis sospechas- Trate de contener las risas.

-¿Sospechas de qué?-

-Que toda tu ropa es negra, pareces gótico-

-Muy gracioso- Trató de imitar con la voz un poco más fina -El baño está ahí, apresúrate-

Entré al baño de Abba, y como me lo suponía, estaba lleno de productos para el cabello, maquillaje oscuro y alguna que otra crema para el rostro.

-Vaya... Ha de gastar mucho en éstas cosas- Murmuré.

Lavé mi rostro con el agua fría, mi cabello estaba totalmente desaliñado pero lo arreglé un poco con mis manos, así al menos no tendría nudos.

Al bajar un café y unos panqueques me esperaban sobre la mesa de madera negra de Abba.

-Ponle cuanto azúcar quieras- Trajo un tarro pequeño que dejó al lado de mi café.

-Gracias, pero no le pongo azúcar- Negué cortésmente.

-Por eso eres tan amargado- Bromeó tomando de su taza.

-Bah, ¿y cuánto azúcar le pones, "señor dulce"?- Me senté a su lado.

-Dos-

-¿Y ya? Ni siquiera es tanto para que me digas amargado- Bufé.

-Es la medida que necesito en mi vida, una por Bruno y otra por nuestra relación- Contestó con simpleza.

-... Eres un meloso- Murmuré desviando la vista

-Un día lo entenderás- Revolvió mi cabello algo rudo.

Por ti volaré.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora