Padre e hijo: Día 1.

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Tres horas han pasado desde que Nara y Bruno se fueron; mientras tanto nosotros partimos a nuestro primer destino.

La misión requería de una intimidación a cierto sujeto, uno que encantado haría temblar del miedo.

-Fugo, solo no lo vayas a matar- Me recordó Abbacchió con un tono serio.

Apreté los dientes antes de entrar, debía mantener un perfil bajo para no asustar a los niños que iban saliendo.

Con esfuerzo esbocé una sonrisa, arreglé mi cabello y esperé a que todos salieran del recinto.

Justo cuando pensé en dar el primer paso la gran mano de mi compañero me detuvo -Insisto, son ordenes de Bucciarati, cuenta hasta mil si es necesario- Trató de calmarme.

-Tranquilo, todo estará bien- Afirmé con la vista fija en el nombre del jardín infantíl.

Abbacchio me cedió el paso, él se encargaría de usar a Moddy Blues para despistar a las pocas madres y niños que aún no dejaban la zona, el resto sería todo mío.

Avancé con paso firme hasta el interior, en el patio habían muchos juegos de niños que inundaban la vista de arcoris y risas. Todo menos ese malnacido.

-Hola pequeñin- Me aproximé a un niño de no más de cinco años que salió de un salón llorando -¿Qué sucedió? ¿Te caíste?- Pregunté con voz amable para ganarme su confíanza. 

El infante parecía algo asustado pero con algo de paciencia y cariño logré entablar una breve conversación con el.

-¿Entonces dices que el profesor llamó a un monstruo malo para castigarte porque no comiste toda tu comida?- Me aseguré de oír lo suficientemente bien.

-S-si... y, y montruo malo me hacía coquillas hasta hacer pipí... yo no quería, ya soy niño grande, pero...- Y volvió a sollozar.

Opté por no insistir más, el pequeño ya había hablado más que suficiente, pero solo necesitaba una cosa más.

-¿Podrías ser un niño bueno y llevarme hasta tu profesor?- De mi bolsillo saqué una paleta de fresa con un pequeño moño rojo envolviendola -Si lo haces te la regalaré, ¿qué me dices?- Le sonreí cálidamente.

Aceptó con dudas pero a paso lento me llevó hasta el salón -Es e-ese- Lo señaló con pequeñas lágrimas en sus ojitos.

-Gracias- Acaricié su cabello con cuidado.

Delante nuestro estaba el tipo que molería a golpes gritando que quién era y qué hacía ahí.

Ignoré sus protestas agachándome a ver a mi mini acompañante -Ahora necesito que vayas a la entrada y esperes a tu mamá ahí, no vuelvas por nada del mundo, ¿De acuerdo?-

Lo volteé por los hombros, le di un suave empujón en su espalda y esperé que saliera y estuviera a una distancia prudente. Al no verlo cerca trabé la puerta con seguro; no hizo falta nada más, confíaba en que Abbacchio ya habría echo su parte a la perfección.

-Ruggiero Caruso...- Observé las cortinas oscuras del salón, por suerte era una sala de niños pequeños, por lo que al dormir las siestas era necesario que no entrara luz para no perturbar sus sueños.

Perfectas para la discreción que necesitaba.

-¿Quién eres tú? ¿Cómo entraste? No te había visto nunca- Comenzó a preguntar algo exaltado retrocediendo a medida que yo avanzaba, viendo al mismo tiempo el pánico reflejarse en sus desorbitados ojos.

-¿Quién soy? Eso no importa, ¿qué como entre? Por la puerta, naturalmente, y en cuanto a lo último... rezarás para no volverme a ver.-

Mis palabras penetraron en sus oídos por la expresión de duda y miedo en su rostro.

Por ti volaré.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora