El otro yo.
—¿N-Narancia...?
Me duele admitirlo, pero hacía algún tiempo desde que no me despertaba tan desilucionado. Y creo que con toda la razón del mundo; recién abría los ojos y quería que lo primero que alegrara mi mañana fuera su cara adormilada, ¿Y qué veo? Que me había abandonado, hace mucho tal vez.
Las primeras horas traté de enojarme con él como fuera, metiéndome ideas desde que era un maldito aprovechado hasta cosas peores, cosa que, al final, fue un caso perdido. Me sentí tan mal por dejarme llevar anoche.
—Debe creer que soy fácil, un niño...
... Y esas palabras, escogidas completamente por casualidad rebotaron tan fuerte en mi cabeza que desde entonces he tenido conductas... Digamos que... Siento como si me hubiera atacado un stand.
Me lamenté un tiempo en mi cama hasta que el dolor de no comer me ganó, pero como primer acto de estupidez: Olvidé como cocinar. Claro, al principio pensé que se debía a que estaba de tan malos ánimos que mi cuerpo no cedía; así que busqué ropa un poco mas cómoda, algo que usualmente uso en la privacidad de mi departamento, pero que, creí que me haría sentir mejor. Cuando salí pareció que no era yo, al menos no el de dieciséis años de siempre. Peeero los dramas no acabaron ahí. Antes de salir se me ocurrió volver a casa por mi violín y mi libro de música, mas que nada porque esperaría a los chicos por horas y no quería aburrirme, así que pasaría a comprar algunas cosas para mi violín, que por cierto, siempre llevo conmigo cuando le compro cosas. Pero bien, como por la hora no era factible encontrar una tienda de música abierta, caminé nervioso hasta Libeccio para desayunar. ¿Por qué nervioso? Porque en serio acabé odiando la ropa con la que salí.
—B-buenos días... —Saludé a un sujeto que apenas llegaba a trabajar.
—¿Tú eres...? —Me miró confuso. Que por lo poco que recuerdo, era alguien nuevo.
—Fugo Pannacotta, de los chicos de Bucciarati.
—¡Oh, trabajas para el señor Bucciarati! —Exclamó asombrado —Pero no creo que haya nadie, suelen llegar para almorzar así que... —Lo dejó al aire.
Me sentí un idiota por dar explicaciones, pero luego de dar detalles, acabó abriéndome.
Me dirigí a nuestra mesa, apoyé las cosas sobre la misma, y como si alguien fuese a pillarme llamé a una mesera que siempre me atendía cuando llegaba temprano. —Hola, quiero ordenar uh... U-un chocolate caliente... Por favor. —Pedí cabizbajo.
—Disculpeme, ¿pero qué me dijo? —Preguntó acercándose un poco a mi.
Un escalofrío lleno de culpabilidad me hizo erizar —C-chocolate caliente. —Reiteré con las mejillas algo enrojecidas.
«¡Que idiota tal vez ni siquiera tienen y tú pidiendo tonterías! ¡Solo le haces perder el tiempo!»
Inconscientemente formé un puchero apenado hasta que noté que la muchacha me miraba con cara de: "¿Es en serio?" y con un dudoso "—Claro" desapareció.
«¡Que tonto eres!»
—Lo sé... —Bufé con una leve tristeza.
En mis pensamientos rondaba los motivos por los que Narancia pudo irse, y todos y cada uno me hacían sentir peor.
«¿Por qué tuvo que ser así? ¿Habré hecho algo mal?»
—Aquí tienes —Me interrumpió la chica amablemente —Te traje galletitas, cortesía de la casa. —Sonrió guiñándome el ojo.
Una vez que se marchó jugué un rato a remojar las galletas con chips de chocolate dentro de la taza (que no tenía tan buen sabor como el que Bruno me preparó). Fue divertido un rato, pero luego de tanto me aburrió.
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Por ti volaré.
RandomTú en tu mundo separado del mío por un abismo Oye llámame, yo volaré A tu mundo lejano. Por ti volaré Espera, que llegaré Mi fin de trayecto eres tú Para vivirlo los dos. _______________________________ Las fotos de los capítulos no son mías, crédi...