Jóvenes imprudentes.

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Aún si supiera que hacer, no sabría como hacerlo.

Desperté temprano, o tarde tal vez, ni idea de la hora; por otra parte... No desperté de casualidad.

«Mierda, no puedo creerlo, no sé que hacer. Yo provoque esto pero... »

Mng...

Si bien había algo luz por los faroles de la calle, no me había dado ni cuenta de que estaba en pleno desastre... De algún modo. El punto es, que cagué todo, en grande, pero no... Es un lío.

«¿Qué hago? ¿Qué hago?»

—¡Ya sé! —Susurré triunfante.

Me escabullí despacio por la cama, apenas moviendo un par de músculos «Por favor, no despiertes» tomé la ropa que me faltaba y gracias a que no cerramos la puerta de la habitación pude llegar a la sala.

«No debo, no debo...»

—Ahora... ¿Por dónde salgo? —Mascullé de los nervios, arrepentimiento y miedo.

No hacía frío, pero no podía controlar el temblar de mis piernas «Soy un idiota, ¿qué hice?»

En ese momento... Después de tanto... Luego de lo que pasó...

Abrí el balcón, no fue muy difícil, pero cerrar era como no aceptar lo que había hecho, y saltar era condenarme otra vez a dar una explicación que seguramente no sabría dar.

—Ae... Aerosmisth... —Llamé.

Antes de subir a mi stand, me sujete con fuerza del barandal. Quería huir de mi error, pero sentía como Fugo me llamaba una y otra vez, recuerdos desde el día que lo conocí e imágenes con su cara sonriéndome.

...

—M-mista...

—¿Quién demonios llama? —Contestó irritado.

—Mista... «No quiero molestarlo pero...» —Te necesito.

—Carajo, Narancia, ¿Eres tú? Iré a buscarte dónde sea, solo dime dónde.—Se apresuró apenas me reconoció. Cambió su por completo, como si no hubiera despertado recién.

Acordamos vernos en la playa, ni siquiera le di el tiempo de aclarar cuál antes de que por error mis dedos cortaran la llamada.

—Mierda, mierda...

Fue lo más tonto del mundo creer que me encontraría, pero diez minutos después de que aterrizara Mista llegó corriendo a abrazarme. ¿Casualidad? ¿Corazonada? ¿Destino?. Quisiera saber como es que esas casualidades existen. Entenderlas y hacerlas mías, moverlas a voluntad. Quizás así sabría usarlas mejor.

—¿Estás bien? —Me preguntó mientras me examinaba los brazos y... —¿Por qué tienes marcas en el cuello?

Entreabrí los labios pero el sonido nunca salió. —¿Quién te tocó? —Chirrió sus dientes con los puños cerrados.

—No es... ¡No pienses mal, calma! —Lo detuve de la ropa antes de que se levantara a cometer una estupidez —Fugo y yo

—¡¿El malnacido qué?! —Gritó con fuerza.

—¡Mista, para por favor!

...

Se veía molesto, mucho mas que molesto... Y bien, tenía sus motivos, después del secuestro no han dejado de estar pendientes de mi. No hago nada solo, excepto por la salida de hoy en la que Bruno me dejó salir luego de ver como me puse porque Fugo se había ido sin despedirse siquiera.

Por ti volaré.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora