Cap 10-Un apellido

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Lo mejor de sentirse mal, es que es difícil que te sientas peor, pero aparentemente eso no se aplica a los resfriados. 

El sábado en la mañana me desperté luciendo como un zombie y a parte de eso, con el corazón hecho trizas. 

Las imágenes de las peleas que había tenido con mi madre y mis hermanos llegaban a mi cabeza adolorida como pequeños golpes.  Me paré de la cama sin ningún ánimo y me di una ducha. Aunque moría de hambre, no me atrevía a bajar las escaleras. No quería ver a nadie. 

Tomé algo de dinero y salí por mi ventana. Había un árbol que me permitía bajar de manera sencilla hasta la calle. De niña pensaba que algún dia, mi príncipe azul llegaría y subiría ese árbol hasta mi ventana, como en las películas. 

Por supuesto, nunca pasó. 

Una vez abajo, salí a la calle y empecé a caminar hacia un café que quedaba cerca. Tanto llorar me había dado un hambre voraz. 

Una vez entré, el olor a pasteles y café inundo mi olfato, haciendo que me sintiese mejor. Me senté en una mesa del fondo y saqué mi teléfono. 

Tenía un mensaje de Violeta y al menos un millón de mis hermanos que se disculpaban y me pedían hablar. 

La mesera se acercó a mí y tomó mi orden para luego marcharse, y fue cuando vi que justo detrás de ella, estaba parado un amigo de mis hermanos.

Era Zack, con el que había hablado en la fiesta de primer día. 

-Hola Leia.- me saludó besando mi mejilla, lo que me sorprendió. 

-Hola, Zack- respondí con una sonrisa algo forzada. 

-Qué haces aquí sola?- preguntó al ver que nadie me acompañaba. 

-Solo vine por algo de comer- respondí. 

 Sin ninguna vergüenza, Zack se sentó frente a mí y ordenó su comida. 

-Tu también viniste solo?- pregunté extrañada. Era de los chicos más populares de la escuela, y siempre estaba rodeado por todo el mundo. 

-Voy de camino al entrenamiento y me detuve a comer algo- 

-Claro- 

Al igual que mis hermanos y la mayoría de sus amigos, Zack jugaba en el equipo de Soccer de la escuela. Era el portero, si no me equivocaba. 

La mesera trajo nuestra orden y empezamos a comer tranquilamente. Zack era un chico amable y divertido, pero conociendo su personalidad de Don Juan, no me gustaba mucho estar con él. 

-Vienes a la fiesta de hoy?- pregunté para eliminar el incómodo silencio. 

-Claro que si.-

-Y sabes quién más viene?- pregunté intentando sonar casual. En realidad, solo quería saber si Nathan vendría, pero no me atrevía a preguntar directamente. 

-Viene Gabriel, Carlos, Francisco, Nathan...- Zack continuó citando gente, pero yo dejé de escuchar en cuanto escuché el nombre de Nathan.

Al parecer fui muy obvia, porque Zack preguntó: 

-Te gusta alguien?- 

Al escuchar eso no pude evitar sobresaltarme. 

-No, claro que no- respondí intentando parecer honesta. 

-Eres una muy mala mentirosa- respondió riendo.-Puedes decirme, tu secreto esta salvo conmigo- 

Nunca, ni en diez mil millones de años le diría a Zack que me gusta Nathan. 

Digo, no es que me guste tampoco. 

-No hay nadie, de verdad-dije.-Me tengo que ir, tengo un montón de deberes que hacer- mentí. No podía quedarme allá un solo minuto más. Corría el riesgo de que Zack se enterara por mi falta de capacidad para mentir.

Pasé por la caja y pagué mi orden antes de salir de allí como si el diablo me persiguiese. 

Eso había estado muy cerca. 

Cuando volví a casa, me alivié al ver que mamá y papá ya se habían ido a tomar el tren a Venecia. En cambio, mis hermanos estaban en la sala, esperándome. 

Cuando llegué, se pusieron de pie como si estuviesen dispuestos a correr detrás de mí si huía. 

-Tenemos que hablar, Leia- dijo Dylan. 

Sabía que esto no podía durar para siempre, pero aún así dolía. 

Tuve una mejor idea. 

-Los perdono- dije sentándome en el sofá frente a ellos. 

Ambos me miraron felices. 

-Pero quiero que me ayuden- continué. 

-Ayudarte...a qué?- preguntó Ashton extrañado. 

-A buscar a mis padres biológicos- 

Era una decisión impulsiva y sabía que era mala idea. Era obvio que si me habían dado en adopción era porque no me querían, pero sabía que no me sentiría tranquila hasta al menos verlos. 

Sentía que lo necesitaba. Lo hacia por mí, no por ellos.

-No creo que...- 

-Háganlo por mí- insistí. 

Mis hermanos se miraron como si supiesen que se estaban metiendo en un huracán. 

-Está bien- concordaron. Yo era su hermana, y sabía que aunque peleáramos incesantemente, haríamos lo que fuese el uno por el otro.

-Tengo una pista-dije recordando lo que la mujer me había dicho al teléfono. 

-Cuál es?- 

-Un apellido. Williams-



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