Cap 22-Siéntate

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-No puedes decirme que no me extrañas cuando sé que me deseas- le dijo Mackenzie poniendo su mano en el pecho de Nathan.
Inmediatamente sentí como si quisiese arráncale todas las extensiones de golpe, pero debía quedarme quieta en mi escondite si no quería que me vieran.

Nathan quitó su mano, lo que me hizo suspirar.

-Fue una noche, Mackenzie. Ya te dije que no quiero nada contigo- le respondió fríamente y sin ninguna delicadeza. Lucía más bien harto.

Estaba ya claro que Mackensie y Nathan habían pasado la noche juntos, y saber eso me rompió un poco más el corazón.
Cuando había pasado?
Mi decepción crecía lentamente mientras veía como Mackenzie le sonreía seductoramente, y sin poder aguantarlo un segundo más, salí de allí.

Cuándo aprendería a ser menos ingenua?

Me inventaba historias de amor en mi cabeza mientras Nathan se acostaba con la peor de las víboras.

Porqué? Es que a caso yo no era suficiente?

Por supuesto que no lo era.

Nada podía ser suficiente para Nathan. Era perfecto y él lo sabía. Todos caían a sus pies.

Negué con la cabeza al sentir como una lágrima rebelde escapaba. Peor no lloraría. No otra vez.

Al quedarme con la mirada fija en el piso mientras caminaba hacia la cafetería, ni siquiera me di cuenta de que Gabriel estaba en el pasillo, y fue cuando chocamos que me di cuenta de su presencia.

Otro Don Juan, genial.

-Lo siento!- se disculpó con su sonrisa de niño bueno.

-Yo también- dije dispuesta a continuar mi camino. No tenía las más mínimas ganas de hablar con el chico que le había roto el corazón a mi mejor amiga.

-Estás bien?- preguntó al darse cuenta de la tristeza que se asomaba en mis ojos. Yo solo asentí. -Oye, he intentado hablar con Violeta pero...-

-Aléjate de ella- dije cortante. Cómo es que se atrevía a mencionarla?

-Sé que lo que hice esta mal pero...- continuó.

-Pero qué? Es que a caso ni te das cuenta? Violeta es una chica increíble. Es inteligente, amable, y leal. Pero tú ya has demostrado que no la mereces-

Sabía que estaba siendo dura, pero no podía evitarlo. Defendería a Violeta como si se tratase de mí misma porque sabía que ella haría lo mismo por mí.

Gabriel suspiró pesadamente y cerró los ojos con fuerza, como si buscase las palabras correctas.

-Tienes razón. Pero las cosas son diferentes ahora. Solo convéncela de que hable conmigo mañana después de clases. No te arrepentirás, lo prometo.-

Sus palabras parecían honestas, pero sabía lo bueno que eran los chicos para engañar cuando les convenía.

-Lo pensaré-

Una vez dicho esto, la campana sonó anunciando que debíamos volver a nuestras clases. Y eso hice. En cambio, vi a Nathan salir de la escuela mientras hablaba por teléfono.

A dónde iría?


Punto de vista de Nathan.


Maldición, maldición, maldición.

-Estás seguro de eso Jake?- pregunté.

Esto no podía estar pasando, y mucho menos a estas horas. Christian nunca reunía a la banda tan temprano en el día. Todo se hacia por la noche.

Me dirigí al parqueo y me subí en mi auto para dirigirme a la base, donde Christian había organizado una reunión de emergencia.

Al parecer, los Williams y Christian asistirían, lo que no era muy buena señal. Los Williams solo venían a Roma cuando las cosas eran serias. El resto del tiempo, estaban en Nueva York donde controlaban las bases principales con Christian, aunque Christian venía más seguido.

Cuando llegué, me bajé del auto como si mi vida dependiese de ello. Me sorprendió al entrar que solo estábamos Jake y yo. Había pensado que era una reunión general, pero claramente, no lo era.

Jake era mi mejor amigo, y quien manejaba la banda en Roma. Al verme, su rostro se relajó, y al ver que yo estaba nervioso, me lanzó una mirada de "no es nada grave".

Jake fue conmigo hasta la oficina donde Liam Williams, su esposa ,Ziel Williams, y su "heredero", Christian Owen, esperaban.

Ya había visto a Ziel un par de veces a lo lejos, pero tenerla a unos metros me hizo comprobar que era tan hermosa como todos decían. A pesar de que debía tener unos 25 años más que yo, lucia joven y elegante. A su al rededor permanecía un aura de misterio que provocaba la fascinación de cualquiera. En cuanto a su esposo, Liam Williams era un hombre que se podía definir en una palabra: Imponente. Su mirada azul helada te acuchillaba, haciéndote perder el aire.

Con Christian ya había tenido contacto antes. Era más joven que los Williams, pero unos años mayor que yo. Lucia siempre calmado. Se rumoreaba que Ziel había elegido que fuese jefe de la banda de Nueva York por su capacidad de nunca perder al cabeza, lo que era algo crucial en este negocio.

-Siéntate, Nathan- Pidió Ziel con su voz fría, pero delicada. Hice lo que me ordenó sin dudarlo.

-Hay algo que queremos que hagas-

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