Había pasado toda mi vida pensando que tenía el control sobre mí, sobre mis acciones, sobre mis deseos. Pero ese control que tanto me había esforzado en mantener, se había esfumado el momento que mis labios se habían encontrados con los de de Nathan por primera vez. Por más que intentase convencer a mi mente de que debía alejarme, de que esto no haría más que hacerme daño, mi corazón seguía cayendo una y otra vez, sin importarle ser destruido.
Aquella mañana había ido a la escuela y había sentido la horrible sensación de los celos, me había prometido que me alejaría de él y que no dejaría que jugase conmigo.
Pero todo eso habia saltado por la ventana en el jardín, cuando le correspondi, cuando perdí el control de mi misma y se lo entregue en bandeja de plata.
No me reconocía.
Nathan sacaba de mí un lado que yo me esforzaba por controlar, en cambio yo no parecía tener ningún efecto en particular en él.
Él nunca se enamoraría de mí, y eso lo sabía.
Entonces porqué continuaba cayendo? Porqué continuaba deseando estar con él si sabía que me hacia daño?
Era esto el amor?
Si lo es, no lo quiero.
Cuando llegué a casa esa tarde, me apresuré en cambiarme para ir al partido de mis hermanos.
Jugaban hoy contra sabrá dios que equipo, y si no me veían ahí probablemente me matarían. Había convencido a Violeta de que viniese conmigo. Después del conflicto de esta mañana, se había pasado la tarde llorando por Gabriel.
Cuando llegó en su auto, llevaba unos lentes de sol aunque eran las 7 de la noche y el cielo estaba oscuro.
-Estás bien?- le pregunté sabiendo que era una pregunta tonta.
-Mejor- me respondió doblando en una calle.
La sonrisa habitual de Violeta se había esfumado y el culpable de eso era Gabriel. Tenía ganas de caerle a golpes.
Cómo se atrevía ese imbecil a lastimar a mi mejor amiga? Violeta era la chica más hermosa y gentil. No merecía sufrir.
Llegamos a la escuela y nos dirigimos directamente al terreno de fútbol. El lugar estaba lleno, en Italia la gente se tomaba muy enserio el Soccer.
De un lado del vasto terreno verde se encontraban las personas que apoyaban al equipo invitado, Los Tiburones, el equipo de una escuela cercana a la nuestra, y del otro lado, estaban sentados los estudiantes de mi escuela que apoyaban a nuestro equipo, El equipo Azul.
Nos sentamos del lado de nuestra escuela y el partido empezó unos minutos después. Mi hermano Ashton, capitán del equipo, era quien entraba primero, seguido de Dylan, Gabriel y Zack. Unos segundos después entraron los demás jugadores, todos recibidos por los aplausos y los gritos emocionados. Me sentía muy orgullosa de ellos. Mis hermanos eran muy buenos jugadores y estaba convencida de que ganarían.
Entró luego el equipo contrario bajo los aplausos del otro lado.
-Son muy guapos- dije señalando a un par de los jugadores, pero Violeta ni siquiera me escuchó. Tenía los ojos fijos en Gabriel, que era el portero del equipo de mi hermano.
Me puse de pie y fui a buscar algo de comer. Los partidos me daban tanta hambre. Fue entonces cuando escuché gritos más fuertes de lo normal. Cuando volví a mi asiento, le habían sacado tarjeta roja a un jugador del equipo invitado. Me acerqué un poco más, y vi que Ashton sangraba.
Me acerqué corriendo al terreno y tuve suerte que él que custodiaba la puerta de acceso, sabía que era hermana de Ashton porque me dejó pasar.
Corrí hacia él sintiendo mi ira encenderse. Cómo diablos habían herido a mi hermano así?
-Estoy bien- me prometió cuando tomé su mano.
Los paramédicos llegaron y tuve que apartarme un poco para que lo revisaran. No era muy grave, pero la cortada en su frente era profunda y no podía continuar jugando.
-No, soy el capitán tengo que...- protestó él. Ashton le era fiel a su equipo y sabía que si fuese su decisión, jugaría sin importar que.
Veía en los ojos de los demás jugadores que temían perder el partido. Ashton era la cabeza del equipo y la jugada no estaba nada fácil. Habían más jugadores dispuestos a remplazarlo, pero antes que de lo hicieran, Ashton se dirigió a mí.
-Busca a Nathan- me dijo.
Me voltee hacia las gradas tratando de encontrarlo sin ningún éxito. Ni siquiera sabía que Nathan jugaba Soccer. Recordé entonces que tenía su número y decidí llamarlo. Respondió al primer timbre.
-Necesito que bajes, remplazaras a Ashton-
-No creo que sea buena idea yo...-
-Ashton quiere que seas tú.- dije antes de colgarle.
Llegó a nuestro lado unos minutos después y se lo llevaron a los vestidores a que se cambiara. Obviamente yo no pude participar a eso, aunque lo hubiese deseado, me hubiese encantado ver...
Definitivamente tenía que controlar mis pensamientos impuros.
Salío al terreno minutos después utilizando el uniforme color negro de nuestro equipo. El uniforme le quedaba perfecto y hacia contraste con su cabello igual de oscuro. Su cuerpo atlético era un placer para la vista y sabía que debían de haber decenas de chicas suspirando en las gradas, y yo no era la excepción.
El partido continuó su curso y mientras pasaba el tiempo la tensión subía. Nathan era bueno. En realidad, era extremadamente bueno. Cada movimiento, cada pase, cada paso, parecía ser fríamente calculado. En menos de 5 minutos de haber entrado en terreno, Nathan marcó el primer gol. Todos nos pusimos de pie y empezamos a gritar de alegría.
Nathan era demasiado perfecto y eso me molestaba. Hacia que olvidarlo fuese algo más difícil de la cuenta.
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Leia
Teen Fiction¿Leia? Una chica tímida y amable, con una vida normal, padres normales, y amigos normales. Pero todas las normalidades de acaban cuando Nathan Fisher llega a su vida. ¿Qué harías si descubrieras que toda tu vida es una mentira? Historia enlazada...