Algo peor que un dolor de cabeza?
Sí, que en el piso de abajo, tus hermanos hayan hecho una fiesta y la música te esté destrozando los tímpanos.
Lo sé, soy una dramática.
Aún así me puse mi pijama y me acosté en mi cama con un libro. Aunque Violeta estaba abajo con Gabriel, el nuevo amor de su vida, no había querido bajar.
Sabía que Nathan esta allí y sabía que lo mas razonable sería alejarme de él y de su arrogancia, pero no podía sacar su mirada de mi cabeza por más que lo quisiera. Lo que me aterraba en realidad, era bajar las escaleras y verlo con una chica. Sabia que me dolería, y yo no estaba en destrozarme el corazón sola.
Definitivamente le odiaba.
Escuché a alguien tocar la puerta, y pensando que seguramente se trataba de Violeta que venía a decirme que era una aburrida y que debía bajar a la fiesta, abrí la puerta.
Pero no, no era ella.
Era Nathan.
Le cerré la puerta en la cara al darme cuenta de que llevaba unos shorts de pijama diminutos y una blusa de tiros sin sostén, a parte de que estaba más que despeinada.
Me puse rapidamente mi bata de baño por encima y abrí la puerta nuevamente. Nathan seguía allí, pero esta vez sonreía.
-Qué hace aquí?- le pregunté tratando de ocultar mis nervios.
-Tienes la costumbre de cerrarle la puerta en la cara a las personas?- preguntó burlón, ignorando hábilmente mi pregunta.
-Solo si esa persona es alguien a quien no esperaba- respondí.
-Cómo está tu resfriado?- preguntó entrando a mi habitación como si fuese la suya.
-Bien- mentí. Mi cabeza y mi garganta dolían como los mil infiernos.
-De verdad que eres una pésima mentirosa- respondió riendo.
Porque es que todos siempre me decían eso?!
-Haz venido a la fiesta-dije para cambiar de tema.
-Así es, pero tú no, por lo que veo- me respondió mirándome descaradamente de arriba a abajo, estudiando mi cuerpo con su mirada dorada. Sentía que me desnudaba de solo mirarme.
Dio un paso hacia mí y yo no pude evitar dar uno hacia atrás.
-Porqué tanto miedo, preciosa?- dijo con una sonrisa de satisfacción.
Nunca había estado a solas en mi habitación con otro chico que con mis hermanos.
Dio otro paso hacia mí y yo no me moví. Tenía que dejar de actuar como una tonta frente a él cada vez que lo veía.
Cuando estuvo demasiado cerca, puse mis mano en su pecho para evitar que se acercara más, lo que fue un error ya que solo las tomó y las llevó a su cuello. Mi mirada no pudo evitar bajar hacia sus labios descaradamente. No sabía que diablos estaba haciendo, pero se sentía bien sentir su piel cálida. Acerqué su rostro un poco más al mío, y cuando vi que rozó mis labios para besarlos, me alejé con una sonrisa victoriosa.
Justo como él se había alejado el día antes.
Solo un poco de su misma medicina.
Al darse cuenta, sonrío y se sentó en mi cama.
-Supongo que es esa tu venganza-dijo con una sonrisa juguetona.
-Lo puedes llamar así- respondí con una sonrisa de suficiencia, pero antes de que pudiese siquiera moverme de donde estaba, haló mi cintura hacia su cuerpo, haciendo que quedara sentada sobre sus piernas.
Acarició mi rostro y quitó un mechón de cabello rebelde.
-Pues ahora que ya estamos a mano...- no terminó su frase ya que sus labios vinieron a apoderarse con los míos.
No era un beso tierno ni tranquilo, más bien uno apasionado y desesperado, como si la espera hubiese sido demasiada. Le correspondí sin pensarlo, dejando que su perfume me embriagara lentamente, haciendo que me olvide del mundo.
Mis manos se dirigieron a su cabello, mientras las suyas llegaban a mi cintura. Un terrible deseo se apoderó de mí y profundicé nuestro beso aun más. Tuve que ahogar un un suspiro de placer cuando mordió mi labio inferior.
-Leia? Estás ahí?- escuché a mi hermano Dylan preguntar al otro lado de la puerta.
Me separé de Nathan tan rápido que caí al piso haciendo que Nathan ria.
-SHH! No puedes hacer ruido!- susurré en gritos. Si Dylan encontraba a Nathan en mi habitación, se armario una guerra mundial.
Él solo parecía estar disfrutando de mi total estado de desesperación.
Lo halé como pude hasta mi armario.
-Quédate aquí y no hagas ruido!- le susurré a Nathan.
-Leia necesito hablar contigo!- se exclamó mi hermano impaciente.
-Si, si. Ya voy- grité cerrando la puerta del armario, y solo pude escuchar a Nathan reír.
Meter a un chico en un armario para que tu hermano no lo vea?
Listo, ya puedo rayarlo de la lista.
Abrí la puerta de mi habitación y me encontré con Dylan.
-Estás bien? Estás toda roja- fue lo primero que me dijo, y pude escuchar a Nathan reír.
Maldito.
-Escuchaste eso?- preguntó Dylan.
-No, solo se escucha la música- respondí con el corazón a millón.
Dylan entró a mi habitación y se sentó en mi cama, invitándome a hacer lo mismo.
-Solo quería agradecerte- me dijo de manera seria.
-Agradecerme? Porqué?- preguntó confundida.
-Por perdonarnos a Ashton y a mí. No decirte que eras adoptada fue una traición de nuestra parte. Estoy orgulloso de que manejaras todo tan bien. Siempre has sido la fuerte de la familia- me dijo, y eso fue más que suficiente para ponerme lágrimas en los ojos.
Lo abracé con fuerza. No sabía que sería de mí sin mis hermanos.
-Y no tienes de qué preocuparte. Encontraremos a los Williams lo más rápido posible.-
HELLO!
Cómo están? Como va su día de reyes? A mí no me han regalado nada porque dicen que soy muy vieja :'(
Cuantos años tienen ustedes? Ustedes cuantos años creen que tengo?
A los que acierten les dedicaré el próximo CAP.
Los quiero un mundo <3
DD
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Leia
Teen Fiction¿Leia? Una chica tímida y amable, con una vida normal, padres normales, y amigos normales. Pero todas las normalidades de acaban cuando Nathan Fisher llega a su vida. ¿Qué harías si descubrieras que toda tu vida es una mentira? Historia enlazada...