III: Memories.

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Actualidad...

Abrí mis ojos, para después tallarlos, tratando de acostumbrarme a la luz del día. Me senté sobre la cama, mirando hacia la pared a mi izquierda durante unos segundos. Tomé el gis sobre la mesita de noche y tracé una línea junto a las otras.

Suspiré.

Un día más.

Repasé cada una de las líneas con mi mirada hasta que mi ceño se frunció.

—Hoy es mi cumpleaños. —Murmuré mirando la pared frente a mi. Me giré hacia Max, quién estaba acostado sobre la alfombra. —Hoy es mi cumpleaños, Max. —Le dije. Él movió su colita de un lado a otro como respuesta. Me levanté de la cama, moví un poco la alfombra y abrí la puerta sobre el piso, dejando caer la escalera que me permitía subir al ático de la casa.

Después de haber escapado de la horda donde Caroline y Joshua murieron, sobrevivir fue muy difícil. No tenía a nadie. Todos estos años nunca me había encontrado con alguna persona viva. Solo errantes. Mi única compañía durante estos últimos años, había sido Max. Y sinceramente, no podía pedir más.
Llegué a esta casa hace un año exactamente. Solía no quedarme en un solo lugar, prefería moverme constantemente y descubrir nuevos lugares con la esperanza de encontrar algo... o a alguien.
Hasta que un día llegué a un Santuario, entrar ahí fue la peor decisión de mi vida, no había nadie más que una enorme cantidad de errantes esperando por carne fresca y el lugar prendido en fuego. Cuando me di la vuelta decidida a irme, una horda de errantes se dirigía a mi.

De no ser por Max, quién mordió aquél caminante que estaba a punto de rasguñar mi piel, alejándolo de mi y dándome oportunidad de tomar mi cuchillo nuevamente, no habría llegado a mis 17 años hoy.
Fue ese día cuando mis esperanzas murieron. Decidí no salir más, a menos que fuera para buscar comida, como en este momento.

—Andando. —Le murmuré, y se puso de pie rápidamente. Tomé mi mochila, mi cuchillo y bajé las escaleras, con Max mirándome desde arriba. Miré hacia mi alrededor, asegurándome que todo este bien y alcé mis manos, cargando a Max para bajarlo a la segunda planta de la casa. —Estás gordo. —Reí levemente, dejándolo sobre el piso. Él caminó escaleras abajo y lo seguí. —Quieto. —Le susurré mientras tomaba el pomo de la puerta, él se sentó llevando sus ojos bicolores hacia mi. Salí de la casa, miré a todas direcciones, solo había unos tres caminantes fuera, no darían problemas. —Vamos, Max.

Caminamos unas calles atrás pues las calles de adelante ya habíamos acabado con toda la comida que pudimos encontrar. Tomé mi cuchillo y forcé la cerradura, logrando abrir la puerta. Me dirigí directamente a la cocina, abrí los cajones, tomando las latas de comida que había.
—Mira esto, Max. —Lo llamé, él no tardó en aparecer por el marco de la puerta. —Es tu día de suerte. —Le dije, abriendo el pequeño sobre de alimento para perro con mis dientes, para después vaciar la carne sobre el piso. Max se acercó y comenzó a devorar todo. Seguí mirando los cajones, abriéndolo uno por uno.
Un paquete de chicles de fresa se cruzó en mi vista. Tomé aquél empaque, trazando las letras con mis dedos, recordándolo.

Reí fuertemente, viendo como mi hermano intentaba hacer una bomba de chicle. Mastiqué nuevamente y comencé a soplar, haciendo una burbuja mucho más grande que la de él.
—¡Hey! —Me quejé, él había acercado su dedo haciendo que la bomba explotara. —¡Eso es trampa!

—¡Oh, vamos! —Rió. —¡Puedes hacer una mejor!

Mastiqué una vez más y soplé al mismo tiempo que él. Su bomba era más grande que la mía, por lo que seguí soplando consiguiendo que ésta explotara segundos después. Él levantó sus manos, a manera de victoria. Se puso de pié y se dirigió hacia la puerta de la habitación.
—Está bien, ganaste esta vez. —Entrecerré los ojos en su dirección.

Always | Carl Grimes (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora