XVIII: Butterflies.

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Mi corazón se aceleró en cuanto escuché pasos acercarse a la casa. Carl tomó mi mano y corrió hacia la puerta trasera a toda velocidad, para después intentar abrirla sin hacer demasiado ruido.

—Carl, date prisa. —Supliqué bajito, escuchando la puerta principal siendo abierta.

Bajé mi vista a mis manos, las cuales estaban comenzando a temblar.

—Tengo miedo. —Susurré, tomando la navaja entre mis manos, mirando al caminante acercarse a nosotros

—Teme más a los vivos. —Joshua habló a mis espaldas. —No a los muertos.

—¿A qué te refieres?

—Tienes que tener en cuenta algo, Sophie. Vivimos en un punto en el que no debemos confiar en cualquier persona, en el que los errantes ni siquiera son un peligro a comparación de alguien vivo.

—Pero ellos pueden matarme. —Añadí señalando al cuerpo putrefacto acercarse.

—Si, si pueden. —Encogió sus hombros. —Pero eres más inteligente que él. El errante tan solo sigue su instinto. —Joshua pateó al errante por el estómago, provocando que éste de partiera por la mitad y cayera al piso. Sus gruñidos seguían desde el suelo, alzando las manos hacia nosotros. —¿Lo ves? —Tomó la navaja y la enterró en su cráneo. —Podrás con ellos siempre y cuando no se acumulen. Tan solo preocúpate por eso.

—¿Y una persona? —Pregunté.

—Una persona piensa, envidia, tienen maldad... —Relamió sus labios aún con su vista sobre el cadaver. —No todas las personas merecen nuestra confianza, Soph. Algunas tan solo querrán hacerte mal, quitarte lo que has conseguido, buscarán alguna manera de hacerte daño... debes evitar eso. —Asentí, comprendiendo. —Con esto no me refiero a que todas las personas del mundo lo sean ¿bien? Simplemente que a este punto, no creo que muchos se preocupen en ayudar a los demás, tan solo se enfocan en salvarse a sí mismos. —Sacó la navaja del cráneo de aquel errante y la limpió. —Pero si tienes suerte, encontrarás personas maravillosas...

—Ya la tuve. Ustedes me salvaron. —Murmuré, él detuvo sus movimientos y me miró con una pequeña sonrisa.

—No, Soph. Nosotros tuvimos suerte al encontrarte a ti. —añadió. —Caroline te quiere, mucho. Y yo también. Realmente cambiaste nuestra vida de cierta forma, nos enseñaste algo de lo cual posiblemente nunca tendremos la oportunidad de vivirlo...

—¿Que cosa?

—El sentimiento de tener una hija.

Sonreí sin separar mis labios.
—Sé que no lo eres, pero te queremos como tal. Y créeme que cuidaremos de ti, aún nos cueste la vida. —lo interrumpí, abrazándolo fuertemente.

—Gracias, Joshua. —Hablé, en un susurro.

—No tienes que agradecerme. —Dijo, correspondiendo mi abrazo. —Una persona que te quiere, hará lo posible por cuidarte, siempre serás su prioridad... Si esa persona no hace lo que tú harías por ella o incluso más, entonces no lo merece. Simplemente aléjate de ella. No te conformes con menos. ¿Vale? —Asentí.

—¿Caroline es tu prioridad? —Pregunté, mientras caminábamos de regreso a la cabaña.

Él sonrió.
—Claro que si. —Dijo. —Y ahora, tú también.

—¿Llevan mucho tiempo juntos? —Pregunté y él asintió. —¿La amas?

Joshua sonrió aún más.
—La amo tanto que no podría terminar de demostrarle mi amor en ésta vida... ni en mil más.

Volví a la realidad en cuanto Carl tomó mi mano, arrastrándome fuera de la casa para después correr hacia el bosque a toda la velocidad que nuestras piernas nos permitían. Nos detuvimos luego de unos cuantos minutos. Por suerte, ellos no se habían dado cuenta de nuestra presencia.

Apoyé mis manos sobre mis rodillas, tratando de regular mi respiración.
—Eso estuvo cerca. —Soltó Carl jadeando.

—Deberíamos volver a la comunidad.

Carl se limitó a asentir en respuesta.
Caminábamos de regreso, cuando nos percatamos que los caminantes seguían ahí.

No podríamos ir a Alexandria, nos seguirían.

Carl llevó su mano a su cintura, dispuesto a sacar su arma. Coloqué mi mano sobre la suya, impidiéndole hacer cualquier otro movimiento. Carl me miró confundido por lo que negué con mi cabeza.
Si él disparaba, todo sería muchísimo peor, solo lograríamos ganas la atención de más caminantes y entonces, estaríamos en grandes problemas.
Además, yo había perdido mi navaja por lo que no tendría manera de ayudarlo.

Visualicé aquel árbol hueco en el que nos habíamos escondido hace tiempo en una situación familiar. Carl siguió mi mirada, notando lo que miraba. Él sin dudarlo dos veces, se escondió en él.
Miré a mi alrededor, tratando de encontrar alguna otra solución pues no estaba segura si esto era una buena idea...
Digamos que, su cercanía no le hacia bien a mi nerviosismo.

Suspiré levemente y entré a aquel árbol hueco, sintiendo la mirada de Carl sobre mi todo el tiempo.
Noté como el ojiazul soltaba un pequeño suspiro pues se encontraba a escasos centímetros de mi, incluso podía sentir su respiración. Mantuve mi mirada hacia fuera del árbol, viendo a los caminantes pasar, sin notar nuestra presencia.

Carl inclinó un poco su cabeza hacia mi, acercándose a mi oído.
—¿Recuerdas que me preguntaste... si creía que estaba aquí por algún propósito? —Murmuró en éste, haciéndome estremecer. Me limité a asentir, tragando saliva con dificultad. —Eres tú. —Soltó. —Tú eres mi propósito.

Sentí mi corazón acelerarse fuertemente, dándome la sensación de que en cualquier momento se saldría de mi pecho.

¿Había escuchado bien?

Giré mi rostro, en busca de conectar nuestras miradas y no sé si eso fue una buena idea. Nuestros rostros habían quedado peligrosamente cerca.
Sus ojos azules se posaron sobre los míos y una pequeña sonrisa apareció en sus labios. Podía sentir su respiración mezclarse con la mía.

¿Quería besarlo?

Claro que quería.

"Tu eres mi propósito" se repetía en mi mente.

Sus ojos azules bajaron a mis labios, a la vez que se acercaba.
Mi corazón se aceleró aún más al sentir sus suaves labios tocar los míos, haciéndome estremecer y provocando una corriente eléctrica sobre mi cuerpo.

Sentí sus manos acariciar mis mejillas y no dudé ni un segundo más en responder aquél suave y dulce beso.
Y por primera vez, aquella sensación de un montón de mariposas revoloteando se hicieron presentes en mi estómago.

Luego de unos segundos, se separó de mi

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Luego de unos segundos, se separó de mi.
Sus labios estaban ligeramente abiertos, y no tardaron en convertirse en una pequeña sonrisa.

—Quizás éste árbol sea nuestro siempre. —Susurró divertido, posando un mechón de pelo detrás de mi oreja, haciendo referencia a aquél famoso libro.

Fruncí mis labios tratando de no reír, y de controlar el rubor en mi rostro.

Realmente no podía creer que esto estaba sucediendo.

Always | Carl Grimes (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora