—Lo dijiste. —Soltó el ojiverde con algo de gracia. —Hace semanas me dijiste que el muro algún día caería y no sabríamos defendernos... —Continuó. —Siempre tuviste razón, Sophie.
Abrí mi boca para responder pero un estruendo hizo que me sobresaltara.
—¿Qué fue eso? —Murmuró Jack.
—No lo sé. —Le respondí, frunciendo mi ceño levemente. —Creo que vino del sótano.
Jack me miró con los ojos abiertos como platos. —Mierda. —Maldijo. —Carl y Ron.
Lo miré confundida durante unos segundos, hasta que lo entendí. Me levanté del sofá y me acerqué rápidamente hacia la puerta, tratando de abrirla pero ésta estaba cerrada con llave. —¡Carl! ¡Abre la puerta! —Le grité, golpeándola con la palma de mi mano.
—¿Qué está pasando? —Me preguntó Rick acercándose junto a Jessie.
Abrí mi boca para hablar pero los gritos del sótano fueron suficiente para que Rick comenzará a golpear la puerta. —Atrás. —Advirtió Rick y comenzó a golpear el cerrojo de la puerta con su hacha.
El seguro cayó y la puerta fue abierta. Carl y Ron entraron a toda velocidad. Mi cuerpo se estremeció al escuchar los gruñidos de aquél grupo de caminantes, que ahora se encontraban en el sótano. Rick tomó uno de los sofás y lo colocó frente a la puerta, tratando de bloquearla para que los caminantes no entraran a la casa pero era imposible, eran demasiados y un sofá no nos ayudaría en nada.
—Traigan más muebles y no hagan ruido. —Pidió Rick, poniendo sus manos sobre el sofá para que éste no cayera. Imité su acción, al igual que Jessie y Carl.
Jack, Michonne, y el padre Gabriel asintieron y comenzaron a buscar en las habitaciones algún mueble que nos ayudara a bloquear aquella puerta.
—¿Qué pasó ahí? —Preguntó Rick en dirección a su hijo.
Carl lo miró. —Buscábamos herramientas y cayó un estante.
Miré a Ron, quién volvió a evitar mi mirada. Estaba segura que Carl estaba mintiendo. —Oímos gritos. —Añadió Jessie.
—Ron vió que estaban por entrar, eso pasó. —Habló el ojiazul una vez más. —Quisimos evitarlo.
—Hay mesas de luz en el cuarto de mi mamá, vamos a buscarlas. —Ron habló dirigiéndose a Carl, lo que hizo que frunciera mi ceño.
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