Todos estábamos completamente conmocionados. No podíamos hacer nada. No podíamos evitarlo. Y la poca esperanza que teníamos se estaba acabando.
Rosita soltó un sollozo al igual que Sasha. Rick se encontraba en shock, mirando los movimientos de Negan. Las lágrimas salieron de mis ojos mientras un escalofrío corría por mi espalda al mirar el cuerpo de Abraham con la cabeza totalmente destrozada.
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—¡Oh por Dios! ¡Miren esto! —Rió Negan, agitando el bate por el aire y manchando de sangre la mejilla de Rick. —¿Lo vieron? ¡Que traviesa es Lucille!
Se acercó a mi con una amplia sonrisa. —Cariño, tienes que ver esto. —Habló mientras colocaba el bate frente a mis ojos.
Un líquido color carmesí chorreaba de éste.
Maldito enfermo.
Aparté la mirada, reprimiendo un sollozo. —Vaya, parecías más ruda hace un momento. —Se burló, alejándose nuevamente.
Acarició su barba con una mano mientras caminaba frente a cada uno de nosotros. Una sonrisa se hizo presente en su rostro cuando su mirada paró en alguien.
—Niño. —Llamó a Carl, quién instantáneamente quitó su mirada del cuerpo de Abraham para posarla en él.
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—Quítate la venda. —Dijo, deteniéndose frente al ojiazul.
Carl frunció su ceño pero no movió ni un solo dedo. Negan lo miró expectante durante unos segundos para después soltar una risa seca.
—Es como hablarle a un obsequio de cumpleaños. —Murmuró. —Quítate esa porquería de la cara. —Ordenó, señalando su rostro. —¡Quiero ver que me trajo mi abuela!
—No.
—¿No? —Repitió, burlón. —¿Has dicho que no?
Carl no contestó. Negan se inclinó hacia él y lo miró seriamente. —¿Realmente quieres verme enojado?
El castaño bajó su vista y suspiró para después quitar el sombrero de su cabeza. Negan volvió a sonreír. Carl llevó ambas manos a la parte trasera de su cabeza, comenzando a retirar la venda.
