Capítulo 4

1.7K 135 6
                                    

Abrí los ojos lentamente. Entra demasiada luz por las persianas, así que tarde unos segundos en acostumbrarme. Cuando pude enfocar, descubrí que frente a mi están mis mejores amigos, Jason y Tamara, ambos agarrando mis manos, y para mí sorpresa, 2 chicos a los que no conozco, pero me miran expectantes.

- Cariño, ¿Cómo te sientes? - Tamara me observó atenta. Siempre ha sido un encanto, con su cabello negro y ojos gigantes color café - Déjame acomodarte la almohada - dijo apremiante.

Movió mi cabeza lentamente y me ayudó a acomodarme.

- Hola Tami, Jason... ¿Qué hacen aquí?

- Estábamos preocupados por ti, ayer me marco Thomas y me dijo que si podía platicar conmigo porque estaba aburrido... - Jason masajeo su cuello y me lanzó una mirada de reproche - una cosa llevo a la otra y descubrí que estabas aquí.

- Mmm ya veo, ¿Y ustedes son? - pregunté a los chicos de enfrente.

Ambos habían estado susurrando, por lo que cuando hice mi pregunta, se giraron hacia mí. Descubrí que los cuatro chicos que he visto últimamente tienen ojos azules, casi en el mismo tono oscuro, sin embargo, uno de los chicos que se encuentra frente a mi parece algo... diferente, sus ojos son más brillantes; de hecho, combinan perfectamente con su cabello café oscuro, piel blanca, nariz perfilada y altura de 1,80 cm.

El otro no se queda atrás, pues es bastante parecido, pero tiene un tono de piel un poco más tostado, nariz recta, cabellera negra y labios delgados.

- ¿Disculpa? - el moreno se acercó a la cama, quedando entre mis amigos.

- Si, ¿Quiénes son? No recuerdo haberlos visto antes.

No aparte mi mirada de ellos, observándolos.

- ¿Atenea?... ¿Estás hablando otra vez con las alucinaciones? - Tamara sonó confundida - Tú mamá nos comentó...

- Cállate - susurró Jason y le dio un codazo - ¿A quiénes ves Atenea?

- Mmm... Fuimos enviados a cuidarte, es un placer - menciono el de ojos eléctricos - mi nombre es Perseus Morgenstern, y él es mi hermano Thimoteo Morgenstern.

- ¿Quién los mando, Daemon?

- No precisamente, él también es nuestro hermano - Thimoteo se rasco la nuca incómoda.

- Ya veo, en ese caso pueden irse. Y díganle que no vuelva a entrar a mi casa porque no es bienvenido.

- Atenea, ¿Quieres que llame al doctor? Tu mamá dijo... - Jason agarró mi mano.

- No Jason, estoy bien. Aunque sabes que podrían hacer por mí - levante las cejas sugestivamente, lo cual provocó un leve sonrojo en él - jajaja no, eso no. Ir por comida... Muero de hambre y nadie me trae nada.

- Ohh claro, nosotros iremos ¿No es así Tamara?

Ella solo me observo, preguntándose si sería buena idea dejarme hablando sola. Supongo que decidió que si, por lo que simplemente aparto la mirada y se fueron juntos.

- ¿Y bien, no se irán?

Thimoteo y Perseus se acomodaron en uno de los sillones de la habitación.

- Ugg, no podemos. Pero haremos el menor ruido posible - dijo tranquilamente Perseus.

- Bien, en ese caso dormiré - cerré los ojos, dispuesta a ignorarlos.

Justo cuando lo había empezado a lograr, regreso la jaqueca. Lo único que atiné a hacer es colocarme en posición fetal y soltar quejidos. A los pocos segundos ambos estaban a mi lado.

- ¿Qué tienes? - Perseus tocó mi mano.

- ¿Es el proceso? - Thimoteo apretó los labios, como si le doliera verme así.

- Podrían guardar silencio... Ya tengo suficiente con esto - cerré con más fuerza los párpados.

Siento que el cerebro me explota, el cuerpo no deja de temblarme y parece que mi mente se pierde entre los pensamientos y recuerdos.

Pasados 2 minutos, los cuales se sintieron como 10, fue cuando empecé a sentir una pequeña electricidad en los lugares donde los chicos tienen sus manos: mi mano y espalda; ambos tienen los ojos cerrados y susurran algo. En ese momento, Perseus abrió los ojos, saco una especie de varita, soltó un "lo lamento" y dibujo una marca en mi piel.

Todo el cuerpo me empezó a arder, carcomiéndome. No puedo hacer nada más que quejarme porque me están sujetando. Empecé a removerme y luchar. No quiero seguir... ¡Me duele! ¡Me quema!

Antes de poder gritar para llamar la atención de alguien o llorar, todo desapareció... El único rastro que queda es mi respiración trabajosa.

Enfoque a los chicos, los cuales me miran atentos.

Los MorgensternDonde viven las historias. Descúbrelo ahora