Capítulo 8

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Abrí los ojos y volteé agresivamente hacia el dueño de la voz.

- Largo, no vez que estoy disfrutando de mi panqué.

- Ohh claro que lo noto, incluso se te escurrió un poco de saliva - dijo Jace sonriendo - justo aquí - y tocó mi cachete.

- Arg, déjame en paz - me alejé de él y me senté en una de las sillas.

- ¿Y cómo te sientes? – preguntó, mirándome distraídamente.

- Bien, creo que sólo necesitaba descansar. Por cierto... – aborde un tanto insegura - ¿Tendrán un teléfono aquí? Necesito marcarles a mis padres para decirles que...

- No, no tenemos - respondió tajantemente.

Pero que... ¿Acaso es bipolar?

- Uy, que carácter - me encogí de hombros y giré los ojos.

Si no es con él, hay más personas, seguro alguna es más accesible.

- Muy buenos días familia - llegó Daemon sonriendo como un felino - me alegra verte de pie - dijo llevándose a la boca un par de malvaviscos.

- ¿Me perdí de algo? - un Tobías con el cabello despeinado por la almohada y una tierna pijama de puntos llegó y se instaló en una silla a mi lado - ¿Qué tal Atenea, dormiste bien?

- Claro que durmió bien - respondió Jace por mí - ¿no vez su apetito?

Y ahí fue cuando me quedé helada por un segundo. Estoy masticando mi cuarto rollito sin molestar a nadie cuando esté tarado me ha hablado así.

- ¿Qué, envidia? - levanté una ceja y sonreí de lado.

- Ni un poco cariño, tu rostro aún está hinchado y tienes algunos moretones.

- Vaya imbécil - suspiré.

Jace es un caso perdido y empiezo a creer que le encanta llevarme la contraria.

- Basta, basta. ¿Qué sucede aquí? - entro el señor que vi en la fotografía.

Sin duda es más alto de lo que parecía, su 1.80 puede intimidar a cualquiera. Miró a los chicos y se detuvo en mí; me regaló una sonrisa y se acercó con la mano extendida.

- Buenos días. Mi nombre es Luca Morgenstern, soy el padre de estos chicos.

- Es un placer señor, Atenea Sean - sonreí de vuelta.

- Por favor toma asiento, ¿Ya te ofrecieron de desayunar? - miro a los chicos.

Jace se hizo el que no escucho y Daemon miro mal a Tobías, el cual se está atragantando. Parece que es el único con educación y decencia.

- Bobos - saludo Thimoteo atravesando las puertas, siguió caminando hasta sentarse en la otra silla vacía a mi lado - Atenea, es un placer volverte a ver.

- Igualmente, por cierto... Lindo look - sonreí.

Lleva una pijama roja, la cual resalta su color de piel y ojos. Su cabello se encuentra desordenado y usa unos grandes lentes circulares.

- Gracias, lo uso sólo los sábados.

- ¡Vaya, al fin despiertas! - exclamó Tobías.

No me percate de a quien le hablaba hasta que el chico tomo asiento frente a mí, permitiéndome observarlo. Es mucho más guapo que en la pintura: su cabello es tan blanco que brilla y da un efecto bastante dramático a sus ojos.

Cuando se dio cuenta que lo estoy mirando fijamente, me sonrió. Pude sentir la tensión en todo mi cuerpo. ¿Cómo es posible que toda esta familia sea guapa? No hay ni una imperfección, diente chueco, una arruga... ni siquiera una maldita mano más grande que la otra.

Los MorgensternDonde viven las historias. Descúbrelo ahora