Un par de días habían pasado desde que Gerard se fue. Todos parecían un poco más tranquilos, los señores de la casa sonreían abiertamente y se ven tan livianos que daban envidia a cualquiera que los viera.
Estaba sentada en el patio, aprovechando que el sol se asomaba sin problemas; el resto de los chicos estaban esparcidos.
- ¡Atenea! - Percy grito mi nombre, por lo que entre abrí mis ojos y me giré a verlo - vamos a jugar.
- ¿A qué quieres jugar? - me recargue en mis brazos y adopte una posición perezosa.
- Quiero que practiques conmigo unas posiciones de defensa - se levantó y empezó a estirar.
- ¿Eso es jugar? - mi ceño se frunció - pensé que dirías otra cosa.
- ¡Vamos, será divertido! - su sonrisa lo delataba, esto no sería un juego para mí.
- Si me lastimas más de lo necesario pagarás Morgenstern - me levanté y nos acercamos.
- También eres una Morgenstern, recuerdo - sonriendo se puso frente a mi - ¿Qué área atacarías si me acerco para lastimarte?
- Simple, depende del tamaño de mi oponente. Si es de mi tamaño sin problemas podría luchar, si es mayor que yo me dirijo al pecho o garganta y si de plano es una torre andante, la entrepierna es la opción - sonreí orgullosa.
Cuando era más chica mis padres pagaron un curso de defensa personal, el cual tome hasta que me rompieron un brazo.
- Compruébalo - en un pestañeo se encontraba sobre mí. Logré esquivar el primer golpe, pero el segundo dio de lleno en mi estómago, provocando que me doblará a la mitad.
- ¡Se suave! - grito Daemon - ¿Acaso la quieres matar?
- Está bien - solté y me enderecé. En menos de 20 segundo le golpeé la garganta y cuando se agachó porque no podía respirar me le fui encima. Empezamos a rodar por el pasto, éramos un revoltijo de manos y piernas.
En determinado momento lo tuve encima de mí, neutralizando mis piernas y brazos.
- ¿Y ahora que harás? - sus ojos habían empezado a brillar, sus pupilas se dilataban y una sonrisa ladina se asomó entre sus labios.
Tengo 2 opciones: darme por vencida o jugar sucio.
Sin más giré mi cabeza para tomar valor y en cuanto regresé el rostro le escupí. Solo cerro los ojos y tomo aire.
- Buena técnica, pero tendrás que hacer algo mejor que eso para poder ganarme - no se movió ni un milímetro.
Mis piernas se encuentran entre las suyas con poca circulación, sin embargo, si las movía lo suficientemente rápido podría golpearlo... No quiero hacerlo, pero es una lucha entre mi ego y el suyo.
- Vamos Atenea, piensa - se acercó a mi oído y susurro - ¿Qué harías si mis intenciones no fueran agradables?
Mis instintos más primitivos me piden a gritos salir, pero respiré y en un rápido movimiento contraje mi abdomen y lo golpe en la ingle, escuché como se quejó y cayó de lleno sobre mí. Lo empujé y giré para verlo retorcerse en el suelo.
- ¿Divertido? - solté molesta.
Jamás me había gustado pensar que alguien lastimaba a otra persona y sin valorarlo mucho actúe como me habían entrenado. Todos los chicos nos miraban entre serios y curiosos; di un respiro profundo y fui a ayudarlo:
- Lo lamento... Fue demasiado.
- Nada mal - elogió mientras buscaba incorporarse. Después de un par de minutos para recuperar el aliento dirigió su penetrante mirada a mí - lo siguiente en la lista son armas.
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Los Morgenstern
RandomVolteé a mi alrededor, observé a cada persona y la forma en la que me miran: hay miedo, sorpresa, sarcasmo, enojo y orgullo. Cada miembro de este lugar me considera una amenaza o un medio para hacerse notar. Alcé la cabeza altivamente y aprete los...