Episodio 37

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Irene se sentó sobre el vientre de Annie y se incorporó, con el pecho agitado, su piel goteando furia de la batalla. La camisa de Annie estaba rota y ensangrentada, sus ojos de lobo medio locos. Wendy agarró el hombro de Annie.

—Tienes soldados para mandar. Un ejemplo a establecer. ¿Es esto lo que quieres que vean de su líder?— Dijo Wendy.

El rostro de Annie fue perdiendo sus bordes lobo y el brillo del oro se desvaneció de sus iris. Su vientre se suavizó lentamente por debajo de las caderas de Irene mientras miraba a Wendy.

—¿Qué sabes de soldados qué lideran?— Pregunto Annie. La sonrisa de Wendy era triste.

— He luchado con los guerreros, y he visto malos líderes más a menudo. Lo que hagas, cómo lo dirijas, decidirá qué tipo de soldados será tu escuadrón.—Dijo Wendy.

—Esta vez, cumpliré tu petición.— Dijo Annie y arqueó sus caderas y Irene cedió, deslizándose y poniéndose de pie.

Ninguna se había sometido, ni habían perdido la fachada. Annie lentamente se puso de rodillas y deslizó su mano en el pelo de Wendy. Le acarició el cuello y la lamió en un largo golpe abrasador.

—Te dije que vinieras a buscarme cuando estuvieras lista. No esperes demasiado.— Dijo Annie. La piel de Wendy se empañó y se estremeció, pero se limitó a sacudir la cabeza y alejarse. Annie fulminó a Irene con la mirada.

—Deberías recordar tu lugar, y es debajo de mí. Ella no es para ti.— Dijo Annie.

—Eso no es asunto tuyo.— Irene asaltó.

—No tienen nada que reclamar.— Gruñó Wendy. —Ninguna de ustedes tiene una reclamación sobre mí.

—Ya veremos.— Dijo Annie y empujó a Irene y salió por la puerta. Los reclutas que se habían quedado a ver la pelea se alejaron lentamente hasta que Irene y Wendy estuvieron solas.

—¿Estás herida?— Preguntó Wendy.

Irene se pasó con la cola de su camiseta por la sangre del antebrazo. La marca picó pero lo único que sentía era la extraña tranquilidad que le calentaba el interior.

—No. La habría vencido.—Dijo Irene. —¿Importa?

—Sabes que sí.— Dijo Wendy y sacudió la cabeza. —Ella sólo busca una pelea porque todo el mundo tiene miedo de ella. No tienes nada que demostrar.

—Tengo todo por demostrar.— Dijo Irene. Wendy rozó su pulgar sobre un rasguño en la cara de Irene que ella no había sabido estaba allí hasta que el dolor desapareció.

—No para mí.— Dijo Wendy.

Irene le agarró la mano, se frotó la mejilla contra la palma de la mano de Wendy. El aroma de las hojas caídas y menta aplastada se asentaron profundamente en su vientre, calmante y excitante. Se estremeció.

—Sé lo que hiciste.— Dijo Irene.

—Tú no sabes nada.— Dijo Wendy y retiró la mano. Irene le agarró del brazo.

—¿Por qué estas avergonzada?— Pregunto Irene.

—No estoy avergonzado. Y no sabes nada.— Dijo Wendy.

—¿Has oído a Levi?—preguntó Irene, entendía de secretos. Podía ser paciente. —Fuera, en quince minutos. Vamos a salir de patrulla.

—¿Realmente crees que los demás me defenderán?— Preguntó Wendy.

—Los otros harán lo que yo diga.— Dijo Irene y Wendy suspiro.

—¿Esperas que pelee contra mi manada?— Pregunto Wendy.

—No. Espero que pelees por tu manada. Ahora eres una de nosotros .— Dijo Irene.

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Elise se preparó para saltar al abrirse la puerta, arrojando luz sobre la cama donde yacía entrelazada con el humano y el segundo de la Reina. Un sirviente estaba en la puerta.

—Perdona la intromisión, pero la maestra pide la presencia...

—Un momento.— Dijo Adelaide y se sentó, levantó el brazo de Lourdes de su cintura. Lourdes gimió suavemente, pero no se movió, su cuerpo laxo y recubierto con vetas de esencia de Elise y su propia sangre. La parte blanca de sus ojos se mostraron a través de sus párpados entrecerrados.

—Yo estaré...

—Lo siento, Lieja.— Dijo el sirviente. —La maestra pide a Elise.

—No soy tu señora.— Dijo Adelaide y se volvió a Elise con una sonrisa lenta. —Parece que estás favorecida.

—Sólo recompensada.— Respondió ella.

—Como lo estamos todos.— Adelaide dijo suavemente mientras se deslizaba en sus pantalones.

Empire (The Hunt) [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora