52. LA CALIDEZ DE UN EXTRAÑO

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«Que bien se siente», pensó Kroz arrebujado entre las mantas. No recordaba haberse sentido tan cómodo en mucho tiempo. Las mantas eran gruesas y aterciopeladas, la cama mullida y la almohada extremadamente suave. Sonriendo para sus adentros, deseó no tener que levantarse nunca. Su comodidad no duró mucho cuando cayó en la cuenta de que la noche anterior había colapsado a la intemperie, sin ningún alma que estuviera cerca.

Abrió los ojos, repentinamente inquieto, lo que fue un grave error. Al reincorporarse la cabeza le dio vueltas y sintió nauseas; se llevó la mano a la frente, queriendo parar el movimiento del mundo.

—¡Ey, tranquilo! No es bueno levantarse deprisa y menos después de una dura noche como la que tuviste.

La voz femenina le llegó desde el otro lado de la habitación. Una mujer de aspecto hogareño, rolliza y de facciones blandas le sonrió. Estaba cubierta con un abrigo largo debajo del cual se distinguía un vestido rosado. Se acercó a la cama y sin pedir permiso le tocó la mejilla. Fue como el tacto de una madre preocupada por su hijo.

—Mmmm, no tienes temperatura, es buena señal. Eres un joven fuerte y lozano. Toma, bebe algo caliente, es té.

Le acercó una taza humeante que llevaba consigo. Olía a manzanilla y miel. A su lado, sobre una charola de madera se encontraba una tetera, un vaso de agua y algunas galletas.

Todavía desorientado, Kroz aceptó la taza con una sonrisa que a la mujer le pareció inocente, igual a la de un infante. Eso le hizo preguntarse qué tan joven podía ser. Tras unos cuantos sorbos, Kroz tuvo fuerzas para preguntar dónde se encontraba.

—Estás en la villa de los Siete Azares. ¿No habías pasado por aquí? —preguntó extrañada disponiéndose a rellenarle la taza—. Bueno quizás ni siquiera lo recuerdas, te encontraron desmayado a mitad del bosque. Tuviste suerte de no terminar enfermo. Pudiste sufrir de hipotermia; aquí las temperaturas bajan mucho en la noche.

—¿Cuánto dormí?

—Casi todo el día. Ya está anocheciendo —luego de entregarle otra vez la taza, colocó un dedo en los labios, dubitativa—. Escucha, no es que me guste ser entrometida, pero no dejo de pensar. ¿Cómo un chico de tu edad se viene a perder por estos rumbos? Es demasiado peligroso andar solo.

—Simplemente tuve mala suerte —se encogió de hombros.

La mujer, no dándose por satisfecha, cruzó los brazos sobre el regazo.

—Eso no es exactamente una buena respuesta, así que insisto: ¿qué fue lo que te pasó exactamente? ¿Te perdiste? ¿Sufriste algún accidente? Tufamilia debe estar como loca buscándolo.

Kroz trató de recordar. Había sido una travesía difícil. En una de sus paradas consiguió comprarse un caballo para avanzar más rápido, pero había sido una mala compra. El caballo no le duró ni cinco días, era demasiado viejo y, por tanto, carecía de una buena condición. Terminó colapsando a un lado de la carretera del Ávalo Rumiante. De ahí tuvo que volver a avanzar de pie.

Por un par de días parecía que la dirección era clara, pero en un determinado momento comprendió que debía desviarse y ese fue su peor error. En la mitad del camino hacia la metrópolis los suministros se le terminaron, trató de reabastecerse en algunas poblaciones pequeñas, pero el dinero le escaseó demasiado pronto y hubo que resignarse. Lo peor fue que el frío se intensificó y eso empeoró sus ataques de tos, los cuales en las últimas semanas ya se habían puesto bastante mal.

Cuando llegó a la zona montañosa de la comarca Fundante, estaba prácticamente famélico e irremediablemente perdido. En una noche muy helada no pudo caminar más. A sabiendas de que ese bosque frío no era un buen lugar para pasar la noche, se derrumbó sobre un árbol, envuelto sólo en su capa. No tuvo energías para encender una fogata, la tos y el hambre lo habían dejado vacío. Vincularse a un elemento no era opción en esos momentos; hacer uso de la magia en cualquiera de sus formas era imposible; la enfermedad desgastante lo había incapacitado momentáneamente por varios días.

El Heraldo Etéreo (Parte 1 de la saga)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora