37. SUEÑOS EN EL MONTE

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«Profecías. ¿Qué nos enseñaron alguna vez las profecías? Principalmente que el futuro, el destino que aún no toma forma, no puede ser completamente modificado a voluntad. Cada vistazo implica múltiples resultados; el mero hecho de ver cambiar las cosas crea otros destinos diferentes al que existía cuando lo ignorabas.

»Este saber era compartido por los antiguos profetas y por eso siempre eran muy cuidadosos sobre las cosas que deseaban ver: nunca demasiado adelante, nunca demasiado detallado, porque eso involucraba un esfuerzo sobrehumano que no siempre daba resultados satisfactorios. Había también muchos obstáculos; por ejemplo, si la profecía estaba relacionada con algún acto divino, resultaba imposible atisbar algo, porque todo lo que tenía que ver con la omnipotente Écade era inmediatamente velado. Por tanto, ningún mortal, en toda la historia de la humanidad, jamás ha visto un futuro que la incluya a ella directamente; es un tabú intentarlo, una sentencia de muerte, pues lo divino es terreno prohibido.

»Tal vez por eso los profetas se extinguieron: además de la dificultad de obtener buenos resultados, su práctica conllevaba muchos riesgos. Hubo profetas que se volvieron locos, porque no lograron cambiar las cosas, aun con una multitud de futuros posibles a la mano; otros tantos renunciaron a ese don, rendidos ante un poder que les pareció demasiado grande; y muchos, muchos más lo perdieron en sus siguientes vidas, al corromperse en la presente. También hubo algunos que quisieron ir muy lejos y romper con el designio, lo que les valió una condena todavía peor que la muerte.

»Los únicos buenos profetas fueron aquellos que supieron transitar con el flujo del destino y no imponiéndose a él de forma dominante. La clave para ello estaba en producir pequeñas influencias que a la larga, y sumadas todas juntas, lograrían un verdadero cambio en pro de su objetivo. En eso residía el verdadero objeto de la clarividencia, una modificación sutil que buscaba resultados benéficos. Nacer con el don, en consecuencia, traía consigo una avasallante responsabilidad, ya que tendía a abrir muchos caminos, pero también cerrar igual cantidad de puertas».

Kroz pegó una carcajada, por lo que una pareja que pasaba frente al puesto de libros se le quedó mirando extrañada. Trató de contenerse mientras hojeaba el índice del flacucho libro en busca de algún título tan absurdo como el final de la introducción.

—Oye tú, esto no es una biblioteca —el dueño, pasado de años y de mal humor, le arrebató la encuadernación y la volvió a colocar en su lugar, sobre una estructura de madera que se hallaba a la entrada del reducido negocio.

El muchacho se disculpó, pero no consiguió deshacer la sonrisa que optó por cubrirse.

—Lo siento, ya me voy, ya me voy —sopló entre dientes y se alejó dejando a un irritado y confundido hombre que no tardaría en tacharlo de loco.

Los hombros de Kroz temblaron. Recordar las palabras escritas seguía dándole risa. Quien fuera el autor de ese libro no tenía ni idea de lo que hablaba, al menos con relación a la última parte. ¿Abrir caminos y cerrar igual número de puertas? ¿De dónde había sacado sus fuentes? ¿De cuentos de abuelitos? Las profecías más que cerrar puertas tendían a abrirte de más, tantas que el profeta terminaba perdiéndose. Era una constante lucha contra la infinidad de destinos que te presentaban un panorama demasiado extenso, e incluso te condenaba a dar traspiés hasta que, más o menos, entendías por cuál camino era más seguro andar. Se trataba de algo con lo que simplemente no se debía jugar, porque si llegabas a malinterpretar lo suficiente te ayudaba a cavar tu propia tumba.

Por la posición del sol, calculó que era buena hora para irse. Tal vez en el próximo poblado podría contar alguna historia sobre ese tema y las verdaderas implicaciones de las profecías, más funestas de lo que la introducción del libro daba a entender a través de un lenguaje que buscaba sonar ameno, pero terminaba volviéndolo poco serio.

El Heraldo Etéreo (Parte 1 de la saga)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora