82. UNA CONVERSACIÓN PENDIENTE

6 2 0
                                    


Después de las presentaciones y los buenos modales, jactándose de ser buena a la hora de juzgar gente, a Rea no le pareció mala idea guiar a Rem hacia Sinsonte. Tal como le pareció en su primer vistazo, el hombre era un viajero en busca de un lugar dónde hospedarse antes de continuar con su trayecto.

—Sé de algunos sitios, no estoy segura del precio, pero puede preguntar —comentó ella—. Podría llevarlo, si gusta, estoy en mi tiempo libre.

—Sería de gran ayuda.

—No se arrepentirá.

Volvió la vista al camino un poco sorprendida de que Rem aceptara sin dudarlo y de lo fácil que resultó entrar en confianza con él desde el principio.

En el trayecto hablaron de cosas de interés común. La suerte de que hubiera estado soleado, las comidas favoritas de ambos y los pasatiempos. No tardaron en dejar atrás formalidades y hablarse de forma casual. A Rea le agradó el descubrimiento de que el viajero tuviera gusto por las artes.

—¿Alguna vez has pintado? —le preguntó a pocos minutos de entrar en la villa, cuando el arco frontal saltaba a la vista. Para ese entonces el sol comenzaba a convertirse en un gajo naranja que rasgaba el cielo dorado.

—Lo hacía mucho de niño, pero últimamente lo he dejado. Estoy muy ocupado con otras cosas ahora, aunque aún me sigue gustando y también la música.

Le preguntó desde cuándo viajaba y el hombre se alzó de hombros diciendo que ya había perdido la cuenta.

—Sin ofender, pero no pareces alguien que lleve mucho tiempo viajando —comentó ella analizándolo de pies a cabeza. Incluso las botas parecían más o menos nuevas.

—Las apariencias engañan —fue todo lo que dijo y Rea no tuvo intención de refutarlo.

Recordó al extraño muchacho que parecía haber querido decir algo más, pero por alguna razón se había marchado. «Fue cuando el enviado llegó», lo recordó de pronto. ¿Por qué no lo había pensado hasta ahora?, quizás porque después de eso ella había abierto la boca y las cosas terminaron por perder sentido. De todas formas, agradeció no volver a encontrarse otra vez con ese chico. No parecía un mal sujeto, sin embargo, algo en él la había dejado inquieta, particularmente cuando dijo que la estuvo buscando. Lo más probable, pensó, era que se había equivocado de persona, su desaparición lo delataba y el hecho de que Rea no tenía noción de quién era.

—Rea, ¿ahora por dónde?

La voz de Rem paró en seco sus pensamientos. Apartó la mano de los labios que había estado presionando en reflexión y entonces examinó los alrededores. Para ese entonces ya habían ingresado a la villa por la calle principal, donde un transitar calmado de transportes y personas hablaba de la vida serena en Sinsonte.

—Es por aquí. No está muy lejos de la entrada —respondió al tiempo que lo hacía internarse en una pequeña plaza con una fuente y varias bancas rodeadas de jardineras floreadas.

—Te veo muy pensativa, ¿no te estoy causando problemas con esto de guiarme?

—No es... eso es que... —se detuvo. ¿Enserio estaba pensando en contárselo?

—¡Rea!

Los dos pararon a mitad del camino cuando estaban a punto de esquivar la fuente de aguas danzarinas. Rea, con el corazón agitado, se giró al reconocer la voz de Ilaí que llegó hasta ellos corriendo.

Los pliegos de su vestido rosado hicieron fru fru cuando se detuvo para retomar el aliento, mientras el atardecer arrancaba destellos violetas de su prendedor.

El Heraldo Etéreo (Parte 1 de la saga)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora