86. FUTURO INCIERTO

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Él día que murieron sus padres, Rea pensó que su vida también se había acabado. Le habían prometido que volverían. Sólo irían a las faldas de una peña a recolectar algunas yerbas, que acostumbraban recoger en temporada de primavera, junto a varios vecinos. Jamás tardaban más de una hora, pero ella siempre ansiaba su regreso, ya que nunca le permitían acompañarlos por las condiciones del terreno y el riesgo de que cayera por alguno de los muchos riscos. Esa tarde se demoraron más de lo habitual; entonces, cuando la noticia del alud llegó a la villa, fue consciente de cómo su perfecto mundo se hacía añicos.

El funeral fue austero. Aunque sus padres eran apreciados por muchos, no contaban con familiares que se hicieran cargo de los arreglos personales, así que su tío debió encargarse de todo cuando apenas terminaba de adaptarse a los trámites de la villa. Ella no fue capaz de reaccionar durante el proceso. Permaneció callada, distante, como si su mente se negara a asimilar las implicaciones que traía consigo el acto natural de la muerte. Era sólo una niña que de la noche a la mañana se había quedado sola, sin nadie en el mundo capaz de comprender el hueco que se formaba en su corazón.

—Aquí estoy, Etérea —una voz suave le dijo.

Reconoció el timbre de su tío, un hombre que no llevaba tanto tiempo de conocerla y que, sin embargo, había tolerado con paciencia su silencio y abstracción, permaneciendo a su lado para que no se hundiera más en el abismo de su tristeza. En ese momento el tío Ánforas estaba de pie a su lado, en la primera fila desde donde podía verse el descenso de los féretros de sus padres. Le había puesto la mano sobre la cabeza, cubriéndola de las incipientes gotas de la llovizna. Se agachó para contemplarla más de cerca hundiendo su mirada violeta en ella.

—Aquí estoy —reiteró, el semblante tanto o más desconsolado que el suyo.

Él también sufría, pudo verlo. Sobre el dolor que le causaba la muerte de las personas que le dieron un nuevo hogar, una familia, se superponía el de ella y el peso de su soledad. Debió haber llorado en algún momento, tenía los ojos hinchados y vidriosos y se miraba a distancia que luchaba por permanecer íntegro ante la pequeña persona que lo necesitaba. Se agachó y abrazó fuertemente a Rea, permitiéndole deshacerse en llanto mientras apretaba en su mano el collar que su madre le dio como último regalo.

«Mi collar», reparó en que no sentía su peso. Cuando se llevó las manos al esternón recordó que ya no estaba y eso aniquiló el resto de su fortaleza. Es cierto, se lo habían quitado.

El preciado dije ya no formaría parte de su vida, así como tampoco Ánforas, de cuyo cuerpo la separaron sin contemplaciones. Sollozó y un empuje suave, pero apremiante, la incitó a no detenerse. Sus pies se movieron bajo una voluntad mecánica, la mirada clavada en los talones de quien dirigía la marcha. A cada paso sentía el cuerpo más y más pesado, haciéndola avanzar a velocidad de tortuga.

Soportó en silencio la agonía que le provocaban los nudillos despellejados y las pinchadas y cortes profundos de sus manos cubiertas de sangre seca. Aunque cojeaba, nadie consideró tomarse un respiro en lo que duró ese tramo incierto. Tampoco nadie le dijo a dónde la llevarían o si había un destino claro. Alrededor las protuberancias de roca dejaban paso a árboles encajados en montículos a medida que se adentraban a un paraje encrespado, una arboleda, un monte, no tenía idea.

El que estaba a su lado no paró de sujetarla del brazo para evitar que siguiera tropezando y los retrasara. La luz de su pecho le llegó de reojo. Lo que al principio reconoció como un destello amarillento sobre sus corazones, eran collares que ahora colgaban fuera de la ropa: amuletos que desprendían un fulgor dorado y demasiado cegador para distinguir su forma.

Rea apretó sus manos amarradas, apenas consciente de la presión causada por las cuerdas que la atenazaban. Era innecesario apresarla, carecía del arrojo necesario para escapar y, en dado caso de lograrlo, enfrentarse a una vida solitaria.

El Heraldo Etéreo (Parte 1 de la saga)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora