Seré madre

Capítulo 34

Aquellos agentes se encontraban vigilando, a una distancia prudente, a un carro que seguía estacionado a un lado de la carretera con un dúo de hombres.
Según las investigaciones que habían hecho, en nada más que otro mes, ese día harían la entrega de una mercancía.

El reloj marcaba las dos y media de la mañana, habían pasado todo el día ahí y nada que la entrega se realizaba, sin embargo no tenían más que esperar puesto a que esta se haría a las tres.

La media hora que tuvieron que esperar fue igual que las otras horas que estuvieron en ese auto.

De pronto un camión llegó y de este bajó un joven con una gorra puesta. Abrió las puertas traseras para mostrar lo que llevaba y una vez se le entregó el maletín este se fue en otro auto que vino en unos minutos después.

De ese par mencionado al inicio uno tomó el mando del camión y el otro lo siguió detrás. Todo hubiera salido a la perfección de no haber sido por la interceptación de unos carros oficiales después de haber transcurrido unos metros. Impidiendo su paso y sin tener a donde ir,no tuvieron de otra más que entregarse.

- Los tenemos señor Choi - un suspiro de alivio se oyó desde la otra línea.

- Me alegro, tráiganlos lo más pronto posibles, tenemos que llegar lo más posible a Smith.

- Cómo ordene.

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En otro lado

Tn se encontraba despierta, recién pudiendo hacer dormir a su pequeño, puesto a que hace tan solo unas horas se había levantado y no dejaba de llorar.

- Creo que tendremos que seguir practicando en tu horario de siesta, no puedes seguir levantándote a horas muy desordenadas.

Y es que cuando ya cumplió su tercer mes decidió que lo más apropiado sería poner ese horario de lo contrario no resistiría más.

- Seis de la mañana y a usted se le ocurre dormir - seguía hablando - Lo lamento joven pero tendré que levantarlo en una hora para comer.

Sonrió al verlo removerse un poco ante las caricias dadas.

Sin poder dormir de nuevo bajó por una taza de café.

- Buenos días Rosa.

- Señorita ¿cómo durmió ?

- Pues como verá- señaló sus ojeras - No muy bien.

Soltó una risita - Así suele ser ¿café?

- Por favor.

La mujer de mayor edad sirvió aquel líquido en las tazas. Se sentaron en la mesa de aquella cocina.

- Qué rico.

- Se nota que lo necesitaba.

- Si, espero y ya se acostumbre a su horario.

- Lo hará, es cuestión de tiempo.

- ¿Usted tiene hijos?

- Tuve, fue el único, murió por problemas cardíacos, había nacido malito del corazón desde que nació.

- Oh, lo lamento mucho.

- No se preocupe, la vida suele ser así.

- En eso tiene razón.

Quedaron sumergidas en un silencio que fue interrumpido por un estruendoso golpe y el llanto desesperado de un bebé.

Se levantaron enseguida de sus lugares, subieron las escaleras a todo lo que da.